_
_
_
_
_
Reportaje:

La torre Windsor cambia de piel con 2.000 almas dentro

El rascacielos, de más de cien metros, se moderniza y adapta a las normas contra incendios sus 17.500 metros de fachadas

Los rascacielos madrileños también hacen sus deberes. Ahora le ha tocado a uno de los más veteranos, el edificio Windsor, en el cruce de las calles de Raimundo Fernández Villaverde y Orense. Tiene un cuarto de siglo. Se yergue a más de cien metros de altura en el confín sur del polígono Azca. Al caer la tarde, sus fachadas destellan la incandescencia del bronce hirviente y el oro que surgen del horizonte. Ahora, la torre emprende un cambio completo de su piel: 17.500 metros cuadrados de vidrio y aluminio, que cubre sus cuatro fachadas. Cada módulo será sustituido; cada rincón, innovado.

La reforma, que durará año y medio, se hace con sus 2.000 inquilinos dentro. Ha sido acometida "para satisfacer normas contra incendios, inexistentes cuando el rascacielos fue construido", explica Jesús Guardiola, portavoz de la empresa propietaria del edificio, Ausón Inmobiliaria.

Nuevos módulos, de tonos achampanados, serán adheridos a los antiguos desde plataformas deslizantes

El proyecto y la dirección de la reforma corresponden a los arquitectos Íñigo Ortiz y Enrique León, que proyectaron la torre Mapfre en Barcelona y el edificio Sanitas en Madrid, entre otras construcciones. De los ingenieros destacan Antonio Carrión y los de la firma Proteyco.

La transformación había sido pergeñada en el comienzo del verano de 2001. Para aplicarla, a finales de agosto pasado, una pluma gigantesca asentada a pie de calle izó hasta su cúspide otra grúa, de 18 metros de porte y 40 de brazo, en una operación de la que no se recordaba precedente en Madrid. Desde ella se realizarán algunas de las importantes tareas que, a partir de ahora, van a ser desplegadas.

Según explica Enrique León, la nueva etapa incluirá el acristalamiento de las jácenas almohadilladas de hormigón, con vértices curvos, que definen su línea de asentamiento en la planta tercera del edificio. Todos y cada uno de los módulos de cristal y los petos de aluminio que dibujan sus cuatro fachadas serán sustituidos por otros de tonalidad achampanada. La operación se efectuará desde plataformas unidas a un sistema de mástiles basado en las jácenas y adherirá los nuevos módulos encima, para retirar luego, y desde dentro del edificio, los antiguos. Una nueva escalera de incendios, entubada en una vistosa envoltura plateada, se adosará exenta sobre la fachada a la calle de Orense. Un sistema de carriles a lo largo de los recuadros modulares permitirá el discurrir de góndolas guiadas para la limpieza exterior. Además, las dos plantas retranqueadas del ático, donde se hallan cajas de sus catorce ascensores, quedarán acristaladas, añade Enrique León.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La reforma comprende también la adaptación de todo el mobiliario a la resistencia al fuego, así como el rediseño de la circulación interior y el de los cableados, con la derivación parcial de éstos, que discurrirán encajados en paralelo junto a la nueva escalera tubular, la tercera contra incendios con la que contará la torre. El rascacielos dispondrá, además, de nuevo acceso desde Raimundo Fernández Villaverde mediante una pasarela ajardinada.

Genaro Alas, que entre 1974 y 1979 fue, con el recientemente fallecido Pedro Casariego, principal arquitecto del Windsor, ha sido convocado ahora por la compañía propietaria del inmueble para supervisar unas obras que van a costar 15 millones de euros, según informa Jesús Guardiola.

En la tarea, que ha movilizado a un centenar de especialistas, colaboran firmas como la constructora Fomento de Construcciones y Contratas; Alcotán, que tratará las fachadas; Axin, que se hará cargo de las instalaciones; Crespo, de la electricidad, y Otis, de los ascensores.

La reforma del Windsor es considerada como una experiencia sin precedentes técnicos en Madrid, ya que desde el primero al último día va a desplegarse con toda su actividad interior en funcionamiento: por sus instalaciones circulan diariamente unas 2.000 personas, igual número de las que allí laboran. En su mayoría pertenecen a la auditora Deloitte y al bufete Garrigues.

La grúa que ahora corona el rascacielos, cuyo ápice se halla a unos 135 metros del suelo, se asienta en la planta 27 sobre una bancada construida para la ocasión dentro del perímetro del ático; ha sido fundamentada en vigas cruzadas, encima del núcleo de hormigón del edificio. El contorno del coronamiento del rascacielos ha sido recubierto con redes y malla para evitar desprendimientos: el viento podría gastar malas pasadas. La altura adentra un émbolo de vértigo en el estómago cuando, desde allí arriba, se mira hacia la calle. Precisamente, sobre la de Raimundo Fernández Villaverde se ve un cobertizo de aluminio, de unos 40 metros de longitud, ahí desplegado para guarecer a los viandantes que transitan la concurrida arteria madrileña, contigua a unos grandes almacenes.

Hormigón, aluminio y vidrio

El edificio Windsor, cuya construcción culminó en 1979, fue el primer rascacielos de oficinas que se planteó en Madrid como "un sistema integrado de vidrio y aluminio". Así lo define Enrique León, madrileño de 50 años que, con Íñigo Ortiz, también arquitecto, ideara el proyecto y asume la ejecución de esta reforma. "En la memoria de los ciudadanos de Madrid, el Windsor se ha convertido ya en una referencia. Por ello, para reformarlo hemos tenido muy en cuenta sus características originales", subraya. De las singularidades tectónicas de esta torre, pionera de las del polígono Azca, Genaro Alas y Pedro Casariego resaltaron las jácenas de hormigón donde se apoyan los pilares metálicos perimetrales del edificio.

Enrique León no ve peligro alguno de que las futuras obras le hagan perder su primitiva personalidad: "Con el remate en vidrio en las dos plantas superiores hemos pretendido conseguir la continuidad del fuste de vidrio hasta la coronación", remarca. "Se trata de hacer la adaptación tecnológica al siglo XXI de este magnífico edificio", agrega. Con sus cinco sótanos, la reforma integrará sus bajos a la segunda planta de la red subterránea del polígono Azca, la menos congestionada de cuantas componen esta trama. Un montacargas satisfará las crecientes necesidades de tramitación de cartería y paquetería que demanda un edificio tan ocupado.

Numerosas otras actuaciones dotarán de más seguridad muebles, instalaciones y conductos, diseñados hace 25 años, que hoy presentan limitaciones. Por ello, todas las puertas serán adaptadas al sistema RF, de resistencia al fuego, y a los nuevos cánones de estanqueidad.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_