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Reportaje:GOLF El otoño de los genios

Tiempos duros para los grandes

Ballesteros y Olazábal, abocados a partir de cero para tratar de recuperar su prestigio

Carlos Arribas

Hace 10 años justamente, en un cálido abril de 1994, los caminos de Severiano Ballesteros, el gran genio del golf español, el gran veterano, y José María Olazábal, el joven que empezaba a consagrarse, se cruzaron en Estados Unidos, en el campo de Augusta, donde el Masters, cuando el golfista vasco consiguió su primera chaqueta verde.

Fueron los años felices. A Ballesteros, que andaba por los 37, una buena edad para el golf, se le adviniban aún años de esplendor; a Olazábal, que tenía 28, se le auguraban todos los triunfos posibles.

Después de aquel día, Ballesteros ganó tres torneos más, el último en 1995, el Open de España en Madrid, ninguno de ellos uno de los grandes. Su último gran momento fue el del triunfo europeo, su equipo, en la Copa Ryder de Valderrama, en 1997. Para Olazábal los años posteriores fueron de dolor y superación, años con una nueva chaqueta verde de Augusta (1999), años en que superó una dura enfermedad, años en que forjó una personalidad única en el mundo del golf. Otro genio.

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Ahora los dos están dispuestos a todo simplemente para mantener su derecho a que les sigan considerando grandes jugadores.

Ballesteros tiene ya 47 años. Aún cree. Olazábal anda por los 38. Vive la resaca de la peor temporada de su vida. Vuelve a partir de cero. Por primera vez desde su enfermedad no figura entre los 100 primeros del ranking mundial. Él, hasta hace nada favorito de oficio en cualquier gran torneo, se tiene que ganar el derecho a participar en el Open de Estados Unidos o en el Open Británico. "Y como no quiere pasar por las fases previas", dice su apoderado, Sergio Gómez, "no tiene más remedio que intentar avanzar hasta los primeros 50 del mundo para conseguir el pase directo. Éste es su gran objetivo del año". Y también mantener la tarjeta del circuito americano, que se le renueva automáticamente a los 125 primeros de la lista de ganancias.

Para conseguirlo Olazábal está dispuesto a muchas cosas, a jugar más que nunca, por ejemplo. Su calendario contaba con 15 torneos en Estados Unidos y 11 en Europa. Un plan que, como si las malas noticias no quisieran dejarle, se puede quedar en el papel.

El viernes pasado, el segundo día de su primer torneo del año, en Arizona (Estados Unidos), Olazábal no pudo terminar la faena. Llegado el octavo hoyo, después de un magnífico birdie en el séptimo, el jugador de Hondarribia sintió como si se le rompía el pecho. Había empezado el torneo lesionado, víctima de la conocida como pulmonía del golfista -una lesión de los pequeños músculos intercostales, los más frágiles y solicitados durante el swing-, que le impide respirar bien. Después de pasar por las manos del médico de Fred Couples pensó que se había recuperado. Aguantó sólo un día. Ahora probablemnte tenga que regresar a España y renunciar al torneo de Pebble Beach, que pensaba jugar la próxima semana, y, quizás, a la primera gira de la temporada.

Ballesteros lleva seis años sin pasar el corte de Augusta, pero nunca perderá su orgullo, su soberbia, la gran fuerza que le ha mantenido. No quiere que le vuelvan a comparar con los viejos dinosuarios del Masters, los ancianos ganadores que no renuncian a su derecho a jugar a perpetuidad en el torneo.

"No sé cuánto puedo mejorar, pero quiero volver a ser capaz de presentar una carta digna en Augusta", dijo recientemente en Portugal. Ha llegado a la conclusión de que debe jugar más en Estados Unidos. Y para conseguirlo ha recurrido a una última baza, a enviar cartas petitorias a los organizadores de cuatro torneos en Estados Unidos: Doral, Honda, Bay Hill, los tres en Florida, en marzo, y BellSouth, en abril, la semana anterior al Masters. Como no duda que la respuesta a su petición de invitación será positiva, el cántabro ha puesto también en marcha un plan de recuperación física, un plan para salvar su espalda machacada. "Y aunque sea muy aburrido no me va mal con la gimnasia Pilates", dijo Ballesteros. "Es un método que recuerda en cierta forma al yoga, que se basa en ejercicios de respiración y en paciencia. Y eso hora y media todos los días. Pero noto la diferencia, y si me va a ayudar en el campo de golf, tendré que hacerlo".

Clasificación en Arizona (tras tres recorridos): 1. Chris DiMarco y Jonathan Kaye (EE UU), 199 golpes. 3. Phil Mickelson (EE UU), 200. 8. Sergio García, 203.

Olazábal (detrás) y Ballesteros, durante el Seve Trophy de 2000.
Olazábal (detrás) y Ballesteros, durante el Seve Trophy de 2000.EPA

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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