La recuperación de un narrador del exilio
Antonio Ortega es otro más en la larga lista de escritores que se exiliaron tras la Guerra Civil. Nacido en Gijón en 1903, Ortega fue a parar a La Habana tras la derrota de la II República. La Revolución Cubana también lo incluyó entre la nómina de los perdedores. Ortega murió en Caracas en 1970. La editorial sevillana Renacimiento acaba de publicar Chino olvidado y otros cuentos, un libro que muestra la habilidad narrativa de un autor que siempre intentó bucear en los estratos más íntimos del ser humano. Además del relato citado, el libro reúne los siguientes cuentos: El evadido; Silicato; Marcelo ve vacas; El amigo de Cornelio; Covadonga; Dionisio; La huida; La pluma blanca; Noche de febrero, y Lauri. La edición está a cargo de Jorge Domingo Cuadriello (La Habana, 1954), investigador del Instituto de Literatura y Lingüística de La Habana.
CHINO OLVIDADO Y OTROS CUENTOS
Antonio Ortega
Editorial Renacimiento
216 páginas. 12 euros
Narrador, periodista y biólogo, Ortega fue un hombre brillante cuya vida podría servir de argumento para una novela. En su juventud sus narraciones obtuvieron premios convocados por revistas madrileñas. Al producirse la rebelión militar fue fiel al Gobierno de la II República. En su ciudad natal desempeñó el cargo de consejero de Propaganda del Consejo de Asturias. Cuando esta región cayó en poder de los rebeldes, huyó a Francia. Tras regresar a España, fue ayudante del comisario general del Ejército de Tierra. La derrota republicana le hizo cambiar de continente. En La Habana se dedicó al periodismo, primero como redactor de la mítica revista Bohemia. Posteriormente, fue jefe de Información de esta publicación. En 1954 pasó a dirigir el semanario Carteles.
Paralelamente, desarrolló su carrera literaria, que incluye la novela Ready (1946) y varios relatos. En 1960 la implantación del comunismo en Cuba llevó de nuevo a Ortega al exilio. El periodista y escritor se asentó en Venezuela. En Caracas fue uno de los integrantes de Bohemia Libre. La revista se fue a pique. Ortega se quedó sin medios de vida. Se vio obligado a ocupar un puesto modesto en una agencia publicitaria. La muerte lo atrapó mientras vivía una existencia al borde de la miseria.
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