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Columna
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Uniformes

El Ministerio de Defensa ha colocado en el Paseo del Salón una oficina portátil de reclutamiento, que es como colocar una pica en el centro del otoño granadino. Las hojas de los plátanos del Salón amarillean con un pudor hermoso de ciudad de toda la vida, mientran los castaños de los Jardinillos enrojecen con la serenidad de las últimas brasas, de la hoguera que calienta poco, pero acompaña y da consuelo al alma. Para imitar la incertidumbre de los plátanos y los castaños, el cielo se convierte en estanque de luz, las calles se vuelven pensativas y la ciudad rueda por los corazones como las agujas por la esfera de un reloj. Justo allí, en el centro del otoño, en el rincón que conserva las lágrimas de Boabdil y los atardeceres del romanticismo granadino, el Ministerio de Defensa ha colocado su oficina de reclutamiento. Y lo ha hecho de un modo absolutamente primaveral, juvenil, con la sana alegría de los dibujos animados y las campañas publicitarias de los grandes almacenes. Junto a imágenes de soldados felices, verdaderos cuerpos de élite, algunos lemas invitan a comprender el sentido del ejército: si quieres ser independiente o si quieres divertirte mientras curras, puedes jurar bandera y vestir el uniforme militar. Ya me parece notable identificar el ejército con la independencia y la diversión, pero el ingenio de la propaganda marcial puede conquistar mayores cimas de entusiasmo. Otro de los lemas reza: "si quieres conocer mundo". Ahora se llama así, campaña de turismo para conocer los paisajes de Irak, las orillas del Tigris y del Éufrates, los muros de Babilonia. Qué mareo.

Resulta atractiva esta idea de comprender los pasos históricos de la humanidad bajo el deseo juvenil de conocer mundo. Nuestra sociedad sabe lo que se trae entre manos. Los ejércitos romanos, los soldados de Colón, los Tercios de Flandes, las tropas de Napoleón, los batallones de Hitler y los marines de Bush no tuvieron nunca otra intención que conocer mundo, una forma muy original de ser independientes y de divertirse mientras curraban. Qué anticuadas quedan las viejas palabras del honor, la patria, el imperio, los dioses, el rey y la libertad. Ahora la sangre, la muerte y el sacrificio se adornan con otro tipo de lemas, que tienen que ver con el turismo, las agencias de viaje y los derechos del consumidor. Si quieres conocer mundo, apúntate al ejército, aprovecha tus vacaciones para bombardear, entra sin pasaporte en un país vecino, Oriente está más Próximo que nunca. No es que yo espere que la oficina de reclutamiento se convierta en un paquete de tabaco para afirmar en sus paredes que el ejército mata, que perjudica seriamente a la salud, que provoca cardiopatías y otras dolencias físicas o mentales. Pero tampoco creo que resulte necesario invitar a los jóvenes españoles a conocer mundo gracias al transporte militar. Y no por nada, sino por la idea que nos estamos haciendo de nosotros mismos, de nuestros jóvenes, de nuestra realidad. ¿Es que ya somos idiotas del todo? ¿Es que hemos sustituido la grandilocuencia de los viejos ídolos y los altos valores patrióticos por la simple estupidez? ¿Es que somos muñecos en una película de dibujos animados? Pues nada, hijos, todos a conocer mundo, a ser independientes y a divertirse.

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