_
_
_
_
_
Crítica:UN NOVELISTA EN GREDOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una nueva resistencia

Peter Handke habita en el centro de la controversia. Esto siempre fue así. Pero desde hace una década, el antaño escritor de culto de la izquierda intelectual occidental está condenado al ostracismo, por su no muy afortunada defensa de un espacio de nostalgia, la Yugoslavia unida, y de los serbios no alineados a Milósevic. Desde entonces, denostar al autor austriaco de profascista, fijarse exclusivamente en los aspectos criticables de su obra, se ha convertido en una práctica habitual de sus antiguos defensores, como Günter Grass, Alain Finkielkraut o Susan Sontag. La progresiva retirada de la víctima del ámbito público es proporcional a la eficacia de una campaña de castigo, en la que el análisis de la obra se ha sustituido por un rastreo superficial de claves conocidas (contradichas siempre por la obra de Handke) y por el cuestionamiento a priori de sus apuestas estéticas.

LA PÉRDIDA DE LA IMAGEN O POR LA SIERRA DE GREDOS

PETER HANDKE

TRADUCCIÓN DE EUSTAQUIO BARJAU

ALIANZA. MADRID, 2003

562 PÁGINAS. 29 EUROSC. D.

Al leer La pérdida de la imagen, sin embargo, uno enseguida se da cuenta de que las simplificaciones no prenden aquí. El universo narrativo de Peter Handke se resiste a la lectura unidireccional, aparte de que repele directamente al lector aferrado a un relato conciso y continuo o a una representación realista. El nuevo libro es una antinovela declarada en la que la protagonista discute con el personaje del escritor las condiciones de la redacción del texto que se está leyendo, y argumenta a favor del desprendimiento de tiempo, lugar y causalidad. De hecho, la anacrónica travesía a pie de esta mujer poderosa de la banca por un paraje montañoso aislado, es un mero pretexto para acoger los tópicos literarios del viaje, del peligro y de la aventura. Fiel al lema de El Quijote que precede al relato ("Pero tal vez la caballería y los encantamientos toman caminos distintos de los que tomaron antiguamente"), desde la primera página se cruzan realidades, se confunden épocas, pueblos y figuras, y se acaba creando una dimensión mágica, lúdica, contradictoria, que exalta una singular experiencia interior: la pérdida de la imagen o, en otras palabras, la pérdida de la capacidad individual de crear y conservar un mundo imaginario propio, en medio de la avalancha de imágenes procedente de los medios de comunicación.

Handke demuestra que la ficción narrativa sigue ofreciendo un terreno sólido, tanto para la reflexión de cuestiones de envergadura -entre otras, la crítica de la civilización-, como para exponer visiones de un mundo diferente. Esto no significa, sin embargo, que estamos ante un texto hinchado de carga teórica. Todo lo contrario, el procedimiento de Handke se ajusta a la frase de Paul Celan de que "la verdad está en el detalle", al centrar la atención en lo aparentemente irrelevante, los objetos cotidianos, los gestos, los colores y los sonidos. De este modo, la lectura de La pérdida de la imagen depara un aprendizaje de la percepción, fundamentado en el signo de interrogación y el avance dubitativo (ciertamente difícil de traducir; no acaba de sonar a castellano, a pesar de la pericia de Eustaquio Barjau).

De ahí la riqueza y fuerza dialéctica de la "no-historia" que parece querer abarcarlo todo. Handke lanza una multitud apabullante de ideas, anécdotas, sueños, instantáneas de gran formato, y produce así el mismo efecto que denuncia: una avalancha de imágenes. Haber separado las estrictamente personales, resentidas algunas, sentimentales otras, habría beneficiado notablemente el conjunto. De todos modos, lo que diferencia el "banco de imágenes" del presente libro de la producción estéril de la televisión, el omnipresente instrumento de uniformación mental, es su factura artesanal. Y su ímpetu redentor; un gran salto fuera de la lógica interna del libro hacia el acto de fe. De la recuperación de las imágenes se espera todo; la entrega cándida a su contemplación restablece la fe en la bondad del ser humano y conduce a una sorprendente resolución sobre nuestro mundo maltrecho y confuso: "En mi vida a menudo condenadamente fracasada y a veces indigna de todo, asombrándome de nuevo y reasombrándome, veo brillar, como si fuese un rayo, un mundo enorme, un mundo grande, un mundo incontestablemente pacífico que no voy a dejar de considerar el verdadero". Se puede comulgar o no con esta exaltación salvadora, con el espíritu idealista que la impulsa. La postura y el gesto son lo de menos. Lo que vale es el proyecto: complejo, antidogmático, y, en algunos momentos, de una insólita hermosura.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_