_
_
_
_
_
Reportaje:

Los peces nacen en la Universidad Politécnica

Un caudaloso pozo de agua fresquísima hace posible la única piscifactoría de la ciudad en la Escuela de Montes

No se encuentra entre torrentes de alta montaña ni rodeada de praderas frescas de sotomonte. Tampoco junto a marismas encharcadas ni en inmediaciones de fangosas lagunas. La única piscifactoría de la capital se halla enclavada en el corazón mismo de la Ciudad Universitaria, dispuesta en tres plataformas escalonadas y un pabellón de la explanada posterior de la Escuela Superior de Ingenieros de Montes. Es algo así como una sorpresa que gentes de regiones ricas en ríos repletos de peces no aciertan a explicarse. Las factorías más cercanas se encuentran en la provincia de Guadalajara y El Tiemblo, en Ávila, en parajes fluviales o montañosos. El milagro de la única piscifactoría madrileña, que ha llegado a producir hace una década hasta 25.000 truchas, obedece a un don de la naturaleza que distingue esa zona de la Universidad Politécnica: un pozo que desciende hasta 200 metros de profundidad y que brinda un fresquísimo caudal de más de 60 litros de agua por segundo desde los 160 metros. "Es su agua purísima la que hace posible la existencia de esta piscifactoría", explica el madrileño Alfonso Rabadán, de 58 años, acuicultor de amplia experiencia y pescador avezado, 22 años destinado en esta dependencia visitable, previa cita telefónica. Fue fundada en 1962, construida por el arquitecto Luis de Villanueva y diseñada por el ingeniero de montes Enrique G. Calderón. La supervisión la ejerce José Baragaño, biólogo y catedrático de Zoología en la Escuela de Ingenieros de Montes que dirige, con plena entrega, Arturo Díez de Barrionuevo. "Aquí se brinda a nuestros estudiantes un conocimiento muy necesario sobre la fauna fluvial", dice el director.

Apenas se dispone de 90 segundos para fecundar un huevo, que sólo puede ser tocado con pluma de ave
Más información
Una tupida trama fluvial

Los procesos que tienen lugar en los dos laboratorios cubiertos y en las 15 piscinas externas de las que la instalación dispone son en extremo complejos. Principalmente, consisten en procesos de fecundación asistida, incubación y crecimiento de peces, explica el profesor José Baragaño. "Son muchas las variables que hay que tener en cuenta en cada fase de estos procesos", subraya.

Desde la temperatura del agua, que no puede superar los 24 grados, ya que causaría la muerte de los salmónidos, principalmente truchas común y arco iris, hasta las condiciones de la base de gravilla sobre la cual la hembra, por cada kilo de peso, una vez al año, deposita unos 1.200 huevos, de unos cuatro milímetros de diámetro cada uno de ellos, que poseen un pequeño orificio por donde son fecundados. Sólo se dispone de unos 90 segundos para fecundar el huevo con el esperma del macho. Si el plazo se consume, el huevo muere.

Una vez fecundados, vendrá la incubación, que se mide en grados de temperaturas medias diarias acumuladas, que puede abarcar desde los 320 grados exigidos para la incubación de huevos de trucha arco iris a los 420 necesarios para la de la variedad común. Tras culminar esta etapa, la aparición de los pequeños ojillos negros sobre el huevo determinará la fase de embrionado, hasta la cual el huevo resulta intocable, pues puede perecer en cualquier momento. "El tacto con los huevos se realiza con plumas de ave", explica el técnico responsable de la piscifactoría.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Cualquier cambio brusco de temperatura ambiente repercute en el agua que, a su vez, puede inducir en los animales un estrés previo a su agotamiento tres días después, y su posterior muerte en apenas seis días. El trato que exigen, pues, los alevines así generados es en extremo mimoso y delicado. "Por ejemplo, nuestra propia presencia", comenta, "puede provocar la huida de los peces, que dejan de comer, pierden peso y toda la delicada red de equilibrios que necesitan se desvanece", señala el acuicultor. "Posteriormente, el pez adulto, si pierde peso respecto de sus congéneres, es devorado por ellos. Todo es muy complejo", agrega.

Ahora, uno de los cometidos principales de la piscifactoría madrileña es el desarrollo de un convenio con la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, para la protección de tres especies de peces, la pardilla, la lamprehuela y el calandino, que se encuentran en serio trance de extinción. Son variedades autóctonas, algunas procedentes del río Perales.

"La intromisión de especies no autóctonas y de gran voracidad en los ríos madrileños ha diezmado sus ovadas", destaca el profesor Baragaño, que ha documentado en un excelente acuario de nueve vitrinas las 21 especies de peces más singulares de Madrid. Ahora se estudia la instalación de monitores que cuenten a distintos grupos de edad, colegiales, adultos y jubilados, la naturaleza de los tesoros que allí se albergan.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_