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Crónica:ATLETISMO | Campeonatos del Mundo de París
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una figura genial y refrescante

La sueca Carolina Kluft arrasa en el heptatlón y es la tercera que pasa de los 7.000 puntos

Carlos Arribas

De un futbolista y una saltadora de longitud nació Carolina Kluft, una sueca hiperactiva que hace de todo y todo bien. Corre, salta y lanza. "¡Qué mujer!", escribía ayer, admirado, el mítico Michael Johnson, el hombre más rápido del mundo, en L'Équipe. Qué niña, se le podría matizar. Kluft, de Vaxjo, tiene 20 años y se emociona viendo los dibujos animados de Disney. Se relaja escuchando la música azucarada de La bella y la bestia y, cuando compite, parece que está jugando. Un juego muy serio.

Ayer, por ejemplo. Longitud. Quinta prueba del heptatlón, concurso que domina desde la segunda: altura. Es el momento clave de la lucha que mantiene con la más veterana Eunice Barber, la francesa que parte como favorita ante su público. Pero Kluft la ha llevado al borde de la depresión. Como quien no quiere la cosa, ha ido mejorando todas sus mejores marcas. Barber, quien, tras ganar en los Mundiales de Sevilla 99, sufrió una grave crisis de lesiones y malas competiciones de la que recién ha salido, está desesperada. Lleva dos noches sin dormir por los nervios y la tensión. Marcha a casi 200 puntos. Su situación es comprometida. En su primer salto se queda en 6,61 metros, lejos de su mejor marca, pero un buen registro. Inexplicablemente para los ortodoxos, Kluft se arriesga en su primer intento. Un nulo claro. Sólo le quedan dos intentos. Tres nulos significan 0 puntos y la derrota. El segundo es también arriesgado y nulo. Pero así es Kluft. Mientras Barber, cada vez más tensa, es incapaz de mejorar, ella, con una naturalidad que desarma a sus rivales, se coloca ante el salto más importante de su vida. Pide palmas al público. Se lanza y, aunque no toma tabla -prudencia al final- vuela: 6,68. Mejor que Barber. El camino hacia la victoria, expedito.

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"En el fondo, soy un poco payasita", dice Kluft, a quien le encanta mostrar sus emociones. Lo hace siempre acercándose a las cámaras. Haciendo burla con los pulgares en las sienes y abriendo en abanico los demás dedos. O con el pulgar en la punta de la nariz. Su cuerpo, de musculatura aún sin definir, se destaca entre el de sus competidoras, cuadradas y musculosas, horas de gimnasio y preparación. "Es una figura genial y refrescante. El tipo de las populares y carismáticas que el atletismo necesita para resurgir", continúa Johnson.

Además, Kluft es muy buena. Lo es desde que su entrenador, el ex decatleta Agne Bergwall, la descubrió. Tenía 11 años y se pasaba el día corriendo de acá para allá con sus tres hermanas, también atletas. Toda esa energía convenientemente canalizada derivó en una heptatleta de gran nivel, dos veces campeona del mundo júnior y capaz de desembarcar en 2002 en los Europeos absolutos de Múnich para romper los esquemas y ganarlo. "Compito para divertirme. No me lo puedo tomar en serio. Si no, sería muy aburrido", dice Kluft, que se maneja entre sus rivales como una chiquilla traviesa y revoltosa. Una presencia que perturba.

Ayer, después de unos 800 metros agónicos en los que también mejoró su marca -lo hizo en cinco de las siete pruebas-, Kluft se convirtió en la tercera atleta que sobrepasa la barrera mítica de los 7.000 puntos. Terminó con 7.001, a seis del récord europeo, que posee desde 1989 la rusa Nikitina. El mundial, los más de 8.200 de la increíble Jackie Joyner, parecen aún lejanos. Pero quizás no tanto.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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