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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Tindaya cobra vida al año de morir Chillida

El escultor Eduardo Chillida falleció hace hoy un año sin ver realizada su idea quizá más espectacular: horadar en la montaña canaria de Tindaya un espacio que empequeñeciese al hombre. Hoy ese sueño va camino de hacerse realidad.

Maribel Marín Yarza

Eduardo Chillida (San Sebastián 1924-2002), uno de los más grandes escultores del siglo XX, murió hace hoy exactamente un año, pero su obra sigue viva y sus sucesores trabajan para hacer realidad los proyectos que dejó inconclusos. "Tindaya se hará, aunque tal vez yo no lo vea", dijo el artista en una de sus últimas comparencias públicas. Todo apunta a que no se equivocaba. El proyecto de viabilidad aún no está terminado -finalizará en septiembre-, pero los datos recabados hasta el momento por los técnicos indican que tiene sentido continuar adelante, que es posible técnicamente horadar esa montaña de Fuerteventura y convertirla en arte como Chillida pretendió.

"Siempre hemos creído en la intuición de Eduardo, pero la verdad es que ahora, con los datos que tenemos, estamos muy esperanzados", indica el arquitecto Lorenzo Fernández Ordóñez, responsable de la dirección del proyecto. Los técnicos de la ingeniería británica Arup, que ha trabajado en obras como el puente del Milenio de Norman Foster, se hallan recopilando toda la información posible sobre la montaña, sin tocarla. Los resultados que han obtenido gracias al uso de satélites, fotografías aéreas y reconocimientos in situ del terreno -pruebas geofísicas para conocer la calidad de la roca- respaldan la realización de esta gigantesca escultura; hacen pensar que la roca tiene capacidad para aguantar un hueco cúbico de 45 metros de lado. Habrá que esperar a la finalización del plan de viabilidad para certificarlo, pero, "si se mantienen los resultados", los sondeos se iniciarían en octubre. "Cuatro meses después podría empezar a redactarse el proyecto", dice Fernández Ordóñez.

"Queremos que, si se hace, se haga perfecto. No podemos hacer algo que a 'aita' no le hubiese gustado"

En estos momentos, una de las cuestiones que más preocupan es el acabado de la piedra. "Nunca se ha hecho un espacio de estas dimensiones donde se haya dejado la piedra vista. Siempre se recubre. Tenemos que asegurarnos de que dejarlas al natural no entrañaría ningún peligro", agrega.

El arquitecto ha transmitido ya esta información esperanzadora a la familia del escultor: a su viuda Pilar Belzunce, a su hijo Luis y a su yerno Gonzalo. "Aita siempre decía que el tiempo iba a jugar a su favor por los avances de la técnica", recuerda Luis emocionado. Y no sólo la técnica. Incluso los resultados de las elecciones del pasado 25 de mayo son positivos con vistas a hacer realidad el gran sueño del artista. "Tanto el Gobierno [canario] como el Cabildo [de Fuerteventura] están volcados en llevarlo adelante", dice satisfecho el arquitecto. "Lo terrible es pensar que tuvo que morir Eduardo para que esto se pusiera en marcha".

Lo cierto es que, a los pocos días del fallecimiento de Chillida, el Gobierno autónomo expresó su firme voluntad de ejecutar Tindaya, un proyecto que ha debido lidiar con todo tipo de dificultades, desde la oposición de los ecologistas a las duras negociaciones para garantizar que no se corromperá el entorno ni ahora ni en un futuro, que la especulación no adulterará este paraje de praderas y acantilados. "Queremos que, si se hace, se haga perfecto. No podemos hacer algo que a aita no le hubiese gustado", señala Luis Chillida. Su aita, su padre, soñó con una obra nacida por y para la naturaleza, con un espacio en el que el hombre se sintiese pequeño cuando penetrase. "Para que se dé cuenta de que es hermano de todos los hombres", dijo entonces.

La vinculación de Chillida con la naturaleza marcó su vida y también su muerte. Sus restos reposan donde él quiso, bajo el gran magnolio del jardín de su caserío Zabalaga, en Hernani, Guipúzcoa. Allí, en este espacio familiar convertido en museo, el Chillida-Leku, se le recordará hoy con un íntimo acto religioso que reunirá a sus familiares y amigos más cercanos. Después, a las 19.30, se celebrará un funeral en su memoria en la iglesia donostiarra de San Vicente. El museo, además, acoge desde ayer y hasta el martes un ciclo de música contemporánea en el que hoy (20.00) actuará el pianista Nicolas Hodges.

La familia no echa en falta propuestas artísticas que reivindiquen la figura de Chillida, el gran escultor del hierro, del vacío y del espacio, de las preguntas. El artista ya vio reconocidos sus méritos en vida, y en todo este año, desde su ausencia, no han dejado de organizarse exposiciones y otras iniciativas en torno a su obra. Y hay más en perspectiva. Ayer arrancó en San Sebastián un seminario sobre su obra y su pensamiento dentro de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco; en otoño, la Fundación Miró acogerá en Barcelona una gran retrospectiva y el Ermitage de San Petersburgo está preparando una muestra sobre la importancia de la música en su escultura. El Yorkshire Sculpture Park, uno de los principales museos británicos de escultura al aire libre, exhibirá de octubre a febrero próximos piezas de la colección del Chillida-Leku. Por otro lado, la editorial Destino publicará en septiembre Elogio del horizonte, un libro que recoge once conversaciones del escultor con amigos como Gonzalo Súarez o Hans Spinner.

Éste ha sido un año duro para la familia Chillida, que ha debido acostumbrarse a vivir sin su patriarca mientras seguía trabajando duro para continuar con su legado. Les queda la satisfacción de que su museo, abierto hace tres años, se ha consolidado. El primer año, un total de 96.000 personas pasearon entre las esculturas, el año pasado fueron 87.000 y este ejercicio sólo hasta julio ya suma 83.000 visitantes. Actualmente, y junto a sus propias piezas, exhibe temporalmente 41 obras del artista de la colección de la Fundación Telefónica. "Los objetivos se van cumpliendo", dice Luis Chillida. "Hay que conseguir que sea un lugar vivo como quería aita, y parece que se está logrando".

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