_
_
_
_
Crónica:FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Tócala otra vez, Diana

En la noche de clausura del 27º Festival de Jazz de Vitoria, el polideportivo de Medizorrotza, eje central de su oferta, perdió su habitual aspecto un tanto ajado y descaradamente dedicado a otras actividades alejadas de la música para convertirse en una inmensa brasserie virtual. No cambió, de repente, todo el entorno convirtiéndose en un lugar tranquilo y cómodo en el que poder sentarse y charlar relajadamente con una copa en la mano mientras suena de fondo una música aséptica y, sobre todo, nada molesta. No, no fue así, pero casi, como mínimo en el aspecto musical. Las dos partes del concierto de despedida hubieran servido magníficamente para amenizar una brasserie; una brasserie de lujo, por supuesto, pero brasserie a fin de cuentas.

En la primera parte, el pianista Benny Green midió su teclado con las seis cuerdas de la guitarra de Russell Malone. En la segunda, la megaestrella del firmamento vocal, Diana Krall, acarameló a todos los presentes con su savoir faire

. En ambos casos el vehículo utilizado fueron un puñado de estándares de calidad contrastada por los años y centenares de versiones, de esos que nunca fallan y que en Vitoria tampoco fallaron.

Benny Green y Russell Malone, ambos han trabajado con Diana Krall, son dos virtuosos indiscutibles de sus respectivos instrumentos con una concepción del jazz, juntos o por separado, que dista mucho de la prospección o de la aventura. Más bien al contrario: apoyándose en una tradición muy bien asimilada su historia consiste en dar rienda suelta a su innegable habilidad para construir temas sin aristas que sorprenden, una vez tras otra, por su perfecta manufactura. Cuando los músicos controlan su verborrea instrumental, la cosa resulta altamente agradable, ideal para tomarse una copa en buena compañía.

Sensualidad

Esto último podría también aplicarse a Diana Krall, pero esparciendo aquí y allá algún adjetivo superlativo, pues la cantante y pianista canadiense posee el secreto del mejor show business y sabe dominarlo con habilidad. Su voz es de las que acarician con una sensualidad totalmente despojada de morbo, sabe decir las canciones al oído, pero sin llegar a morder en el lóbulo de la oreja y, como todo lo que canta son estándares de gran belleza, la propuesta acaba manteniéndose en perfecto equilibrio en la cuerda floja de nuestras emociones. Curiosamente, esa voz no se corresponde con una presencia escénica de las que cortan la respiración. Diana Krall sobre el escenario hace bandera de su supuesta timidez superada y se escuda tras el piano para remediar una puesta en escena que sin el poderoso instrumento bajo sus manos sería de una sosez alarmante.

En Vitoria, Krall recurrió a lo más agradable de su agradable repertorio, tocó el piano con discreción y dejó que sus músicos, magníficos los tres, pudieran mostrar su valía, en especial el guitarrista Athony Wilson. Un concierto simple, sin altibajos ni sobresaltos. De los que gustan porque, en el fondo, ya lo habíamos oído mil veces antes (aunque cambiase la voz, el piano o el entorno) y nos seguirá gustando y lo seguiremos oyendo mil veces más. Un cómodo sofá, una copa en la mano, una mirada comprensiva en las cercanías: Tócala otra vez, Diana. Finalizada la sesión de arrullos oficiales en la brasserie Mendizorrotza, el festival alavés continuaba en los salones del Hotel Gasteiz. Grupos como los de Wynton Marsalis o Marcus Miller, que tenían que madrugar bastante al día siguiente, prefirieron no dormir y esperar su vuelo tocando en los salones del hotel.

El encargado de controlar todo ese aparente descontrol ha sido el veterano y voluminoso pianista Kenny Werner, que ha unido a su ya conocida sensibilidad una enorme capacidad para amoldarse a todo tipo de situaciones musicales.

Diana Krall, durante su actuación en el Festival de Jazz de Vitoria.
Diana Krall, durante su actuación en el Festival de Jazz de Vitoria.PRADIP J. PHANSE

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_