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Columna
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En busca del centro perdido (I)

Los días pasan y la necesidad de afinar en el análisis se impone. No habría que recordarlo, pero de un buen análisis se deriva un buen diagnóstico, y de éste una buena terapia y un buen diseño de futuro. ¿Qué pasó realmente en las ciudades, grandes y medianas, el 25-M? ¿Quién demonios ha ganado estas elecciones en Andalucía? En número de votos, el PSOE. En cuotas de poder, algo más discutible. También el PA tiene más concejales que nunca, y menos alcaldías que nunca. La complejidad de estas urnas es realmente diabólica, y eso que los antropólogos llaman "el pensamiento secreto de la gente", cada día más misterioso. La falta de un correctivo ejemplar al PP, por sus equivocaciones de bulto, ha sumido en el desconcierto a los intérpretes de izquierda. Quizás la verdadera pregunta a estas alturas sea qué hubiera pasado, de no mediar el Prestige, la guerra de Irak, el decretazo, la LOU... Pues probablemente que el PP habría arrasado. Así de duro.

Y así las cosas, no es raro que algunos responsables políticos inicien una nueva fuga hacia adelante, que en este caso se traduce en una extraña carrera hacia el centro. Incluso entre gente de izquierda ha empezado a cundir ese peligroso simplismo, que viene a identificar varias cosas que están muy lejos de ser homologables: el voto urbano, las bolsas de abstencionistas, las clases medias, los jóvenes sin futuro, los profesionales..., sin descartar que todo eso puede coincidir en el espacio, sencillamente porque en las ciudades es donde más gente vive. Pero de ahí a creer que todo eso está en un hipotético centro político, que espera ser pescado, media un abismo. Mucho me temo que se trate de un espejismo, alentado por la derecha para que los incautos caigan en él. No hubo más que escuchar al tránsfuga Tamayo en sus primeras declaraciones, en las que también invocó ese mágico señuelo, con el que también intentó tapar un caso de pura y simple desvergüenza, y de algo más, por lo que se va viendo.

En este país, sólo una vez puede decirse que ha funcionado la ficción del centro: cuando el buen instinto de los españoles, y la astucia mancomunada del Rey y de Adolfo Suárez, le dieron consistencia provisional para amortiguar los traumas de la transición. Pero ya asentado el sistema democrático, el centro sólo sirve como máscara de la derecha, y de no pocos nacionalistas. La cantinela machacona de Aznar, de Arenas y de Teófila Martínez, precisamente estos días, reclamándose de centro, hablan bien claro de lo que con ello tratan de esconder.

Pero no hay que descartar que el centro pueda ser también una creencia subjetiva de muchos ciudadanos, que identifican su propio desconcierto con ese reclamo, compuesto más o menos de un ideal de ética ciudadana, moderación social, justicia distributiva... Pero sobre todo de decepción, de desengaño de las prácticas políticas de los partidos de izquierda. El centro se convierte entonces en un bello canto de sirena, que como tal puede llegar a ser realmente atractivo. No hay más que ver cómo han descalificado todos los partidos consolidados de Andalucía el inesperado proyecto de Manuel Pimentel. (Continuará)

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