El año de Bodiroga
El alero serbio consuma una temporada triunfal con el Mundial, la Copa y su tercer título europeo
"En tus filas, es dios; en las del rival, el mismísimo demonio". La frase ya es célebre en el mundillo de la canasta y define el rango que ha adquirido Dejan Bodiroga en el baloncesto europeo y que, por si alguien tenía aún alguna duda, quedó plenamente ratificado ayer con la consecución del máximo título europeo. Es el tercero que logra este jugador serbio de 30 años, peinado a lo McCartney, que sabe apreciar los buenos vinos y al que le gustaría ser arquitecto. Posee la rara cualidad de no fallar nunca en los momentos decisivos, pero también de conocer al dedillo todas y cada una de las formas de manejar el juego. Una joya.
La NBA le quería esta misma temporada. Bien remunerado cuando jugaba en Grecia e igualmente ahora en el Barcelona, Bodiroga es una de las últimas rara avis. Ha preferido los euros a los dólares. Fue elegido con el número 51 del draft de 1995 por el Sacramento Kings y este mismo curso desechó las ofertas del Toronto Raptors y el Houston Rockets. Las desestimó. "Prefiero jugar como a mí gusta. Tener responsabilidad, protagonismo y ganar títulos", argumenta. Se ha salido con la suya.
Ha sido el único jugador que logró renovar ayer el título de la Euroliga, aunque con una camiseta diferente a la que vistió en 2002. Lo alcanzó entonces con el Panathinaikos de su amigo Zeljko Obradovic. En aquella final anotó 21 puntos decisivos para hacer campeón a su equipo ante el Kinder de Bolonia. A renglón seguido, condujo al triunfo mundial a la selección yugoslava y en la final endosó 27 puntos a la brillante Argentina. Miles de seguidores yugoslavos le aclamaron en las calles de Belgrado.
Muchos festejos. Pero Svetilav Pesic, que cuando fichó como entrenador del Barcelona lo primero que hizo fue solicitar su fichaje y ponerle al teléfono directamente con el presidente de la sección del club, Salvador Alemany, no perdona el trabajo. "Con Pesic, mi ruta es del Palau Blaugrana a casa", admite Bodiroga, que no tardó ni una semana en ganarse el liderazgo y la admiración de sus compañeros de vestuario y el cariño de la afición azulgrana.
El trabajo no ha sido en vano. Bodiroga se estrenó a las primeras de cambio con el Barcelona ganando en Valencia, el pasado febrero, la Copa del Rey, una competición en la que también fue elegido jugador más valioso. Pero él era el primero en ser consciente de que si el Barça le fichó fue con el objetivo supremo de ganar la Euroliga, la gran asignatura pendiente del club. Hubo un par de partidos en los que flaqueó, ante el Cibona y el Olympiakos en el Palau.
Imposible de frenar
El entrenador del equipo de Zagreb, Jasmin Repesa, afirmó entonces: "Parar a Bodiroga en el uno contra uno es imposible; sólo el equipo puede hacerlo. Si le intentas marcar con jugadores más bajos, te posteará; si le pones encima un jugador más alto, le driblará". Repesa preparó la defensa con un jugador más pequeño, lo que le obligó a buscar ventajas en el poste bajo, la zona donde teóricamente peor se mueve. Contra el Olympiakos, en un partido en el que el Barcelona estuvo virtualmente eliminado, Bodiroga fue excluido por faltas, cosa rara en él.
Han sido prácticamente las únicas lagunas en una temporada en la que el alero roza la perfección y en la que puede permitirse el lujo de poder perseguir, con el Barcelona, la triple corona: Euroliga, Copa y, el título que queda por decidir, la Liga ACB, su próximo objetivo.
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