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Reportaje:

Tomatazos

Tele 5 remodela su franja de sobremesa con el estreno de 'Aquí hay tomate'

El azar ha querido que Aquí hay tomate, estrenado para remodelar la sobremesa de Tele 5 (15.30, de lunes a viernes), coincida con un convulso momento bélico. El nombre del programa parece algo inoportuno, ya que el tomate fetén se cuece en zonas menos frívolas del planeta. Presentado por Carmen Alcayde y Jorge Javier Vázquez, redunda en una fórmula que ha llegado tan bajo que cualquiera debería poder mejorarla, aunque, en este caso, el intento se queda en enésima relectura de ¡Qué me dices! con toques de El informal. En el fondo, el material es casi idéntico al que nutre tantas fórmulas adosadas a la actualidad rosa (por cierto: ¿por qué le llaman actualidad si quieren decir cotilleo?). Los espectadores hemos aprendido a degustar múltiples versiones de unos mismos chismes y apreciamos diferencias entre la indigesta sal gorda de la tertulia rosa de Como la vida, la suficiencia sarcástica de Ahora o la afectación oficialista de Corazón de primavera, aunque, al final, la duda persiste: ¿y qué?

Vázquez recupera el protagonismo de pareja que tuvo en Rumore, rumore junto a Francine Gálvez (Antena 3), y derrocha comentarios viperinos vagamente irresponsables, base fundamental para cualquier cotilla que se precie. Los que no la habíamos visto nunca descubrimos a Carmen Alcayde, que interpreta el papel de chica pizpireta de mecánica simpatía impuesto por las algo estáticas normas del género. Para encontrarle alguna gracia a la cosa, digamos que la careta es dinámica, colorista, y que mezcla con osadía referencias warholianas con el ketchupismo ketamiano más en boga. En cuanto al contenido, mezcla guarradas y disputas entre vecinos que huelen a carne de zapeo con una sucesión de vídeos protagonizados por famofílicos perseguidos por unos reporteros famofóbicos que confunden el humor con la impertinencia y que luego se extrañan de que les manden a freír espárragos. La música que suena de fondo mientras los presentadores hablan es otro de los recursos de moda, que está convirtiendo la radio y la televisión en uno de esos bares en los que no hay manera de mantener una conversación sin que te dé la brasa el insufrible hilo musical. Aunque quizá la función de este tipo de programas sea simplemente ésta: rellenar con sonido e imágenes intrascendentes lo que debería ser denso silencio y reparadora oscuridad.

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