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Columna
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¿Servirá para algo?

Tras la rebaja de tipos de interés del Banco Central Europeo, la pregunta que todos nos hacemos es: ¿servirá para algo? Mucho daño no hará, al menos a corto plazo. ¿Impulsará la demanda de bienes de inversión? Si alguien tenía proyectos que no eran rentables cuando el interés estaba en el 2,75%, y necesitaba una rebaja de 0,25 puntos para ponerlos en práctica, que los tire a la papelera: eso no son proyectos de inversión. ¿Devolverá la confianza a las empresas? Una rebaja de tipos de interés no sirve para eso. ¿Solucionará la incertidumbre creada por la guerra de Irak? Desde luego, no. Por tanto, por aquí, poca ayuda podemos esperar.

¿Animará a las familias europeas, preocupadas por el desempleo y la falta de expectativas de futuro, a endeudarse y consumir un poco más? No lo creo. ¿Levantará los ánimos financieros e impulsará la Bolsa? Quizá en las primeras horas; luego, volverá la apatía.

¿Servirá para algo, pues? Lo dudo. En el estado actual de incertidumbre de los mercados va a aumentar la ya abundante liquidez que se ve por todas partes, pero no va a animar la demanda ni la producción.

Pero, ¿no lo probaron los americanos y les salió bien? Les salió bien la fuerte reducción de tipos de interés del principio; luego, con tipos ya suficientemente bajos, el efecto impulsor de la medida debió de ser muy pequeño -excepto en la medida en que pudo contribuir a debilitar el dólar-.

¿Para qué sirve, pues, la rebaja de tipos de interés? Para permitir a las familias europeas llegar mejor a fin de mes, gracias a la reducción de las letras mensuales que tienen que pagar por sus viviendas o por sus gastos de consumo. O sea, para cerrar el paso a una mezcla de pesimismo y altos tipos de interés que ponga a las familias al borde de la insolvencia o que les obligue a reducir drásticamente su consumo, precipitando la entrada en recesión.

¿Puede ser contraproducente? Inflacionario no será, porque no creo que anime la demanda, que es condición para la subida de precios. Tampoco creo que vaya a inducir un nuevo empujón en el endeudamiento de las familias, que ya están bastante preocupadas por sus niveles de deuda y por las incertidumbres sobre el futuro. A largo plazo, cuando llegue la recuperación, habrá que drenar ese exceso de liquidez mediante subidas de tipos que, entonces sí, morderán a las familias. La esperanza es que, en aquel momento, se haya recuperado la confianza, la demanda y el empleo pulsen con fuerza, y las familias sean capaces de soportarlo. Ojalá sea así.

Antonio Argandoña es profesor de Economía del IESE.

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