Tarragona, Irak, EE UU
Vivo en Tarragona y soy un claro ejemplo de que las guerras nos afectan a todos y a cada uno de nosotros.
Tarragona fue declarada hace un par de años Patrimonio de la Humanidad, y, en efecto, es una ciudad maravillosa, pero tanto el alcalde, Joan Miquel Nadal, como el presidente de la Junta del Puerto, Lluís Badia, se han propuesto hacer de Tarragona un polvorín.
Pues, a pesar de sus encantos, la ciudad de Tarragona convive con la petroquímica más importante de España, y su provincia acoge en su seno las centrales nucleares de alto riesgo de Ascó I, Ascó II y Vandellós II.
Tanto el alcalde como el presidente de la Junta Portuaria insisten en convertir el puerto de Tarragona en sede logística permanente de la VI Flota de Estados Unidos.
Los motivos, además de opacos, son ocultos, tanto como la posición del presidente del Gobierno al declararnos incondicionales de Estados Unidos en su confrontación con Irak.
El motivo de esta carta no es llamar la atención sobre nuestra ciudad, sino el de aclarar que en las guerras no hay neutrales y que todos quedamos implicados en los conflictos.
Que las matanzas indiscriminadas, los genocidios y las mil barbaridades que se cometen en nombre de la justicia / petróleo, a todos nos afectan, y todos somos culpables con nuestro silencio.