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Reportaje:

Las torres de la discordia

Decepción entre los neoyorquinos ante los proyectos para la 'zona cero'

"Nos quitaron 110 pisos y 110 pisos es lo que debemos recuperar. Esta ciudad no puede conformarse con menos". Jonathan Hakala acaba de ganarse los aplausos del público. Unas 700 personas colman el auditorio de la Universidad Pace en Nueva York. Han venido a participar en una de las reuniones organizadas por la Corporación para el Desarrollo del Bajo Manhattan, un organismo oficial encargado de supervisar la reconstrucción del nivel cero. El tema de esta noche son los nueve diseños presentados el pasado diciembre por siete firmas de arquitectos para remplazar las Torres Gemelas. Todos los neoyorquinos pueden opinar y lo que dicen es muy crítico.

"La altura no es un mensaje para los demás, es un mensaje para nosotros", dice Hakala. Pulcro, sonriente, lleva en la solapa la foto de su amigo Michael Taylor, una de las casi 3.000 personas que murieron en los atentados del 11-S. El propio Hakala tenía las oficinas de su pequeña firma financiera en el piso 77 de la Torre Norte. "Estoy muy decepcionado por los diseños, pero lo que más me indigna es cómo se han elegido. Lo estamos dejando todo en manos de unos burócratas que toman decisiones sin consultar a nadie".

Sally Regenhard es mucho más prudente. Desde que su hijo bombero muriera en las labores de rescate se ha convertido en una militante de la seguridad. "Soy la persona que nadie quiere oír. ¿Quieren construir más alto? Que lo hagan. Yo quiero que me garanticen que los nuevos edificios no están condenados desde el principio, como pasó con el World Trade Center, porque no se respetaron las normas contra incendios. Si hay gente lo bastante loca como para subirse a esas oficinas, no es mi problema. Que hagan como en las Torres Petronas [en Kuala Lumpur, Malasia, las más altas del mundo], que se tiren en paracaídas desde los pisos".

Reconstruir el nivel cero está resultando ser un proceso polémico, lento y laborioso. El pasado verano, la Corporación para el Desarrollo del Bajo Manhattan (en inglés LMDC) presentó seis proyectos urbanísticos para llenar el inmenso agujero del distrito financiero. Eran proyectos grises y funcionales que aspiraban a recuperar los millones de metros cuadrados perdidos en oficinas y locales comerciales, los más valiosos de Manhattan. Fueron unánimemente rechazados por los neoyorquinos. La LMDC seleccionó entonces a algunas de las principales firmas internacionales de arquitectos que a finales del pasado diciembre ofrecieron unas ideas etéreas, colosales (cuatro quieren superar las torres de Malasia), de ciudades en el cielo y materiales ecológicos. Poco realistas dijeron algunos.

A lo largo de las próximas semanas, las autoridades neoyorquinas tienen previstas nuevas rondas de consulta y esperan tener un plan urbanístico general del nuevo nivel cero a finales de febrero. Luego está el delicado tema del monumento a los muertos. Los familiares de las víctimas quieren que las huellas de las dos torres se consideren como un cementerio inviolable.

Pero no sólo son los diseños. El proceso de decisión ha sido ampliamente criticado. Nadie es directamente responsable de la reconstrucción. La LMDC depende de los gobernadores de Nueva York y Nueva Jersey, que comparten la propiedad del terreno. También hay que contar con la autoridad del alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg, y los derechos del magnate inmobiliario Larry Silverstein, que alquiló el World Trade Center dos meses antes de los atentados. La crisis económica, los intereses políticos, no facilitan la tarea.

Y siguen las discusiones. "Bin Laden se ha convertido en el urbanista de Nueva York, no podemos permitirlo. Debemos recuperar las torres", grita Andrew Olive desde su asiento. "Si las autoridades quieren construir tan alto, que instalen sus oficinas en el último piso con las de la CIA y la senadora Clinton", contesta Peter Gadiel. "Y las de Bush", añade alguien en el auditorio. Incluso el taquígrafo asiente con la cabeza.

Mientras, los restos de las Torres Gemelas han seguido su propio proceso. Después del 11-S, las miles de toneladas de acero fueron rápidamente transportadas hasta Asia para ser recicladas. Colmo de la ironía, algunas de las vigas acabaron en las fundiciones de Banting (Malasia), muy cerca de donde se supone estuvieron conspirando algunos de los autores de los atentados. Si las láminas tienen la calidad suficiente servirán para construir el casco de un portaaviones. El constructor de armas estadounidense Northrop Grumman ha anunciado que los antiguos soportes de las torres se usarán en el buque Nueva York, que debería salir de sus astilleros de Misisipí en 2007.

Proyecto de United Architects para el nuevo World Trade Center.
Proyecto de United Architects para el nuevo World Trade Center.AP

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