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¿Por qué se equivocó tanto el Gobierno con el 'Prestige'?

Antón Costas

A estas alturas del caso Prestige ya pocos dudan de que los gobiernos de José María Aznar y de Manuel Fraga cometieron importantes errores y han mostrado graves carencias políticas, tanto al decidir qué hacer con el barco como a la hora de asumir responsabilidades y liderar la respuesta social y política necesaria para mitigar las consecuencias medioambientales y económicas de la marea negra. A lo largo de las últimas semanas en Galicia me he encontrado con militantes o votantes de toda la vida del PP que, en privado, manifiestan sorpresa y decepción por la actitud de ambos gobiernos. Las mentiras de Manuel Fraga, que negó de forma vehemente y reiterada que estuviese de cacería en el momento en que había que tomar las primeras decisiones, y su incomprensible retraso en implicarse personalmente en la tragedia social que significaba la marea negra serán muy difíciles de olvidar y perdonar, no ya por sus opositores, sino por muchos de sus partidarios. Esas mentiras, más que los errores que todos estaban dispuestos a disculpar, han hecho un enorme daño a su imagen de político honesto y trabajador, y serán un pesado lastre en el final de su vida política. Amenazan con convertir su presencia en una negra sombra en pena arrastrándose por los lugares de Galicia que visite en los próximos meses.

Algo parecido se puede decir de José María Aznar y de los principales ministros implicados en el caso. Con la notable excepción del de Medio Ambiente, Jaume Matas, al que en Galicia no se le acusa de nada, sencillamente porque se desconoce su existencia. La práctica ausencia de los responsables del Gobierno del Estado en el teatro de los hechos y su pánico a bajar a la arena de las playas e implicarse en la tragedia como hicieron los representantes de la Casa Real es para mí algo incomprensible. Como lo es su incapacidad para percibir la importancia de esa marea social que se ha puesto en marcha en Galicia, de forma paralela a cómo avanzaba hacia sus costas la marea negra, y que pienso que tendrá importantes consecuencias políticas.

Pero más que intentar entrever esas consecuencias, aquí y ahora me interesa comprender las razones de la actitud evasiva del Gobierno. Resulta cuando menos sorprendente que unos políticos "populares" hayan sido tan insensibles a las preocupaciones de la opinión pública. Pienso que es importante identificar esas causas, porque sólo así será posible extraer lecciones útiles para enfocar los problemas actuales en Galicia y adoptar decisiones para evitar, o cuando menos mitigar, situaciones similares en el futuro.

Una explicación consiste en atribuir esos errores a la ideología de laissez faire y a la política de mercado que defiende y practica el Gobierno de Aznar. Es verdad que un exceso de celo privatizador y reductor del sector público puede contribuir a explicar esa imagen tercermundista de que ni un solo barco de los que se dedican a recoger el vertido en la zona de hundimiento sea español. Pero no creo que sea ésa la causa. Se puede ser liberal, practicar una política de mercado y a la vez disponer de barcos para hacer frente a contingencias de este tipo, como ocurre en otros países. Tengo para mí que la explicación no está en la ideología, sino en ciertas actitudes y comportamientos que muestran algunos de nuestros políticos populares.

El Gobierno no ha sabido responder a la emergencia del Prestige y a sus consecuencias porque, en lenguaje coloquial y castizo, van sobrados. Están prendados de sí mismos y han llegado a convencerse de que España ha ido bien sencillamente porque ellos están en el gobierno ("el milagro soy yo", dijo en una ocasión Aznar cuando le preguntaron sobre el buen comportamiento de la economía). Tienen la creencia de que son el Gobierno elegido y todo les saldrá bien porque la Providencia está al quite. De ahí que Cascos crea que puede llevar el barco adonde le parezca y hacerlo navegar remolcado miles de millas sin que pase nada. Además muchos de ellos creen que esto de la defensa del medio ambiente es cosa de cuatro ecologistas chalados y que la imagen del cormorán cubierto de chapapote es una argucia de la oposición para desgastar al Gobierno. La combinación de ese ego excesivo con la insensibilidad ecológica permite entender mejor las causas de los errores y de la falta de reflejos del Gobierno. Si no cambia esta conducta, seguirá cometiendo errores políticos importantes. El siguiente puede ser esa carta que pretende enviar a todos los españoles en la que se acusa del desastre al capitán y se denuncia la deslealtad de la oposición. Sólo recurriendo a sentimientos freudianos es posible explicar ese intento infantil de culpar a la oposición y pedir su dimisión. Sería un esperpento que ni el mismo Valle-Inclán podría haberse imaginado. Veo las caravanas de Nunca Máis delante de La Moncloa entregando sacos llenos de cartas rechazadas y manchadas de chapapote. ¡Vaya imagen internacional! El ir sobrados y esa falta de sensibilidad ecológica están también impidiendo a los populares percibir la marea social que se ha puesto en marcha en Galicia y sus consecuencias políticas a medio plazo. Una marea social que va más allá de las manifestaciones de la plataforma Nunca Máis. Resulta revelador observar la transformación que están experimentando los medios de comunicación gallegos. Acostumbrado durante años a ver el servilismo y la dependencia política de la mayoría de los medios de comunicación de mi tierra, constituye ahora una agradable sorpresa comprobar que una parte significativa de la prensa gallega ha redescubierto su función crítica y ha asumido un compromiso con la información veraz. Seguramente una actitud distinta no hubiese sido aceptada por sus lectores, como sucedió con la información de los medios de comunicación públicos. Pero, en cualquier caso, es algo que espero que haya venido para quedarse. Galicia no será la misma después del caso Prestige.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.

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