_
_
_
_
Crónica:Liga ACB | BALONCESTO
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Madrid vive de una vez un partido en paz

Hora era de que el Madrid se soltara el pelo, sumido como vive el equipo en una crisis galopante de resultados y, sobre todo, de juego, que suele ser un horror. Pero lo de ayer fue otra historia. Desde el primer minuto el Madrid le cogió el gusto al partido, con aquella extraordinaria defensa que ahogó al Lleida y le redujo a la nada. Como de costumbre, fue Lucio Angulo el que antes se puso las pilas. Y su talante contagió a unos cuantos, que si este equipo tuviera más gente como él, podría saber de derrotas, cierto, pero no de bochornos.

El caso es que no mostró el Madrid sus habituales embobamientos, esos momentos en los que se empequeñece y se transforma en un grupo asustado, incapaz de construir un baloncesto digno de llamarse así. Ayer el equipo, durante muchos minutos, fue otro, magníficamente dirigido por Mulaomerovic, que además se puso las botas desde el perímetro; con Alston golpeando bajo el aro con saña a un Lleida que cuando se quiso dar cuenta, al inicio del segundo cuarto, llevaba encima una paliza de cuidado (35-15, m. 12).

REAL MADRID 89 - LLEIDA 66

Real Madrid: Mulaomerovic (18), Lucio Angulo (6), Digbeu (10), Alston (16), Tarlac (8); Mumbrú (10), Herreros (10), Alfonso Reyes (4), Victoriano, Sonseca (7) y Mena. Caprabo Lleida: Roger Grimau (14), Alberto Angulo (7), Ramos (8), Rogers (10), Bramlet (8); Ruffin (11), Berni Álvarez, Laso, Bosch (8) y Jordi Grimau. Árbitros: Mitjana, Martínez y Hierrezuelo. Unos 4.500 espectadores en el Saporta.

Más información
El mejor pasador de Europa

Cuando a la vuelta del descanso Lucio Angulo voló para colocarle un tapón a su hermano Alberto, y la jugada la culminó Herreros con un triple, el Madrid vivía en éxtasis, con el asunto sentenciado (57-40) y con el ánimo de pasar un buen rato, para solaz de un personal hastiado de tanto fracaso. En el Lleida sólo Roger Grimau daba la talla. Intentó Edu Torres, técnico catalán, detener la sangría con una defensa en zona y lo que logró fue encajar triples de la mano de Digbeu, de Mumbrú, de Mula, de todo el que por el perímetro pasara. Conocía el Madrid la sensación, casi olvidada, de vivir un partido en paz, de disfrutar de este juego. Y eso hizo. No fue el asunto como para tirar cohetes, pero el conjunto de Imbroda demostró que es capaz de recuperar parte del prestigio perdido. Y jugando bien al baloncesto, como ayer, le va a resultar mucho más fácil.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_