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Sánchez Piñol reflexiona sobre el miedo al otro en 'La pell freda'

Una isla 'como las que dibuja Forges en sus chistes' puede dar mucho juego literario, como ya demostraron hace tiempo autores como Dafoe y Stevenson, y más recientemente, Umberto Eco. El escritor y antropólogo Albert Sánchez Piñol (Barcelona, 1965) sitúa en una isla minúscula La pell freda, su primera incursión en la novela. Se trata de un libro extraño que funciona como novela de aventuras y acción, pero también como una reflexión sobre el miedo al otro.

La excusa es sencilla: un antiguo activista republicano irlandés desembarca en una isla supuestamente desierta para recoger datos meteorológicos durante un año. Allí encuentra a otro hombre, aparentemente ido, que habita un faro. Pero el mayor peligro serán para él unas inquietantes bestias acuáticas que aparecen en la isla con las primeras sombras y desaparecen con el alba. Los dos hombres se unen para hacer frente común y se fortifican en el faro. A medida que avanza la novela, 'el conflicto real se traslada del exterior al interior'.

Desde la óptica del antropólogo, el autor se ha planteado hablar 'de cómo se generan los conflictos y cómo se pueden solucionar'. Deudor de El corazón de las tinieblas, Sánchez Piñol empieza su novela donde acaba la de Joseph Conrad: 'La pell freda no narra un viaje al final del cual está el horror, sino que parte del horror mismo. Además, si el de Conrad es un horror material, aquí es la alteridad en mayúsculas', dice.

Juego de espejos

A juicio del escritor, 'el enemigo sólo existe en la mirada que nosotros dirigimos al otro'. Y es en este sentido como se comprende el origen del oficial meteorólogo en esta novela que funciona como un juego de espejos: 'Los espacios de la novela son metafóricos, pero también la biografía del protagonista. Él acaba de salir de una isla que quería liberar y llega a otra isla en la que lucha contra los seres que vivían en ella antes de su llegada'.

Las bestias, cuya presencia sitúa el libro en la órbita de la ciencia-ficción -los granotots, como los llama el hombre del faro-, son una representación de 'la animalización' a que se somete el nombre del enemigo en un conflicto. Y el protagonista, en un viaje que el escritor califica de 'intelectual', se va encontrando con que no puede seguir disparando contra ellos porque empiezan a asaltarle las dudas sobre su monstruosidad.

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'La misión de la antropología es intentar demostrar que no hay ningún comportamiento humano irracional, sino que todo obedece a unas causas que hay que descifrar. En este sentido, los antropólogos sólo hacemos de traductores', señala Sánchez Piñol, autor de Pallassos i monstres, un ensayo sobre la historia de ocho dictadores africanos. El autor concede que la novela puede ser leída también en clave política: '¿Hay algún conflicto que no se haya solucionado mediante el diálogo?', se pregunta, a modo de conclusión.

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