_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Guantánamo

La actitud de la política norteamericana ante la otredad, sea iraquí, ácaro o licenciada en ciencias exactas ha cambiado. Ignacio Ramonet lo analiza en su libro sobre las guerras presentes y futuras publicado en España por Mondadori, y esa diferencia consiste en que los Estados Unidos han asumido su condición de Imperio, con el deseo de que todos los demás asumamos la de súbditos. Desde la caída del Imperio del Mal, ésa ha sido la implícita conducta del Imperio del Bien, ahora tan claramente explicitada cuando usan al secretario de la ONU, no de felpudo como en los tiempos de Pérez de Cuéllar, sino como un sospechoso que puede pasar el final de sus días en Guantánamo.

Menos mal que Guantánamo es una base relativamente pequeña en la que no cabríamos los cada vez más abundantes terroristas de palabra, obra u omisión tal como se está poniendo el baremo de súbdito leal del Imperio, siempre dispuesto a ofrecer su adhesión inquebrantable al emperador y a sus procónsules y lustrarles los zapatos y los misiles. Es terrorista común todo aquel que no cree que el presidente Bush sea el líder adecuado para esta nueva romanidad que crucifica los cuatro horizontes del mundo, y es terrorista sumo el que se atreve a señalar el caligulismo de la gestión de Bush y el truculento papel que cumple dentro de ella el ministro de Defensa, máximo representante político del complejo de poder técnico militar de los Estados Unidos, Mr. Rumsfeld. Pudimos leer en EL PAÍS de ayer que el señor ministro fue en el inmediato pasado el hombre de enlace entre Reagan, Bush padre y Sadam Husein, cuando la Administración estadounidense pasaba al dictador iraquí aviación militar e información sobre guerra bacteriológica y química, por si tenía el buen criterio de exterminar a los iraníes. Lo tuvo y además de paso se fue a por los kurdos, cuyo genocidio se repartía con otro aliado de los Bush y sus muchachos, Turquía.

Procuren leer esta columna en casa, si confían totalmente en su familia y no se exponen a una denuncia por sospechosos de apología indirecta del terrorismo. Toda prudencia es poca hasta que comprobemos en qué condiciones Schröder, terrorista de omisión, ha sido secuestrado y trasladado a Guantánamo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_