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Columna
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Statu quo (y 5)

Manuel Rivas

Recuerdo que el señor Baker se bajó del Jeep, con una escolta de guachimanes, y se puso a mascar el sol del desierto. No pareció impresionarle nada el recibimiento, aquel gentío de saharauis que humanizaba la árida explanada y repintaba el hueso de las lomas con los tintes festivos de sus ropas. Pero eso el señor Baker no lo pudo captar porque llevaba gafas oscuras. No hizo ningún ademán, ningún gesto. Bueno, sí. Hubo un detalle importante. El señor Baker se detuvo ante la banda de música. Los instrumentos lanzaban a un tiempo destellos de metal y notas de un himno desposeído. Creo que eso sí le impresionó, pues apretó la boca y dejó de mascar. Hace falta algo más que voluntad para mantener 25 años una orquesta de viento en el desierto.

Baker era entonces comisionado de la ONU para el plan de paz del Sáhara Occidental. Su misión consistía en superar los desacuerdos sobre el censo para celebrar el referendo de autodeterminación. La llegada de Bush a la presidencia ha supuesto también un giro brusco en la posición de Estados Unidos en ese conflicto. El asunto está más chicloso que nunca. Como todo. Casi todo en el mundo está más pegajoso y desesperanzado que en los años del progre William Clinton. Decían que tenía una risa de golfo. ¡Ah, qué nostalgia de la risa de Clinton! Hasta Baker, republicano, reaparece estos días para mostrar su recelo sobre el rumbo en lo internacional del gran jefe.

Nadie puede ignorar el abominable 11-S. En aquella tragedia, los héroes fueron los bomberos. Pero Bush no tiene precisamente la mentalidad de un bombero. Después de El fin de la historia, Francis Fukuyama publicó un estupendo ensayo titulado La confianza. La confianza necesaria se nutre de los valores sociales. La despreocupación social fomenta la inseguridad y lo que Sennett llama 'la corrosión del carácter'. También a escala planetaria. Sólo una visión egoísta, es decir, extremista, puede explicar la ausencia en la Cumbre de la Tierra o el rechazo al Tribunal Penal Internacional. No hay más antinorteamericanos en el mundo. Lo que hay es más desconfianza. Confiemos en Dios. Pero si baja, mejor que traiga una buena manguera.

Sabemos, por ejemplo, que hoy la independencia de Timor Oriental hubiera sido imposible.

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