Un museo al aire libre
'Si un vecino de una localidad cualquiera y otro de Genalguacil llegan al Museo Reina Sofía, le puedo asegurar que el de Genalguacil se quedará allí más tiempo', comenta medio en broma Fernando Centeno, alcalde de este pequeño pueblo malagueño de apenas 600 habitantes donde el arte se ha hecho una forma de vida. Genalguacil es un mundo aparte situado apenas a unos kilómetros de la masificada Costa del Sol. A pesar de estar cerca de las playas, las intrincadas montañas que lo rodean y la carretera de mil curvas que le da acceso hacen de él un vergel aislado, en el que el turista encuentra tranquilidad y mucho arte.
Durante 15 días -del 31 de julio al 15 de agosto- Genalguacil disfruta de la sexta edición de su encuentro artístico Valle del Genal, en el que 14 artistas nacionales e internacionales se contagian de este idílico lugar para crear esculturas, pinturas o murales que posteriormente donan al pueblo. 'Los artistas disponen de todo tipo de facilidades, se les ofrece gratuitamente alojamiento, comida y los materiales que necesiten. A cambio, ellos entregan sus obras al pueblo', indica Juan Ramón Gimeno, coordinador del certamen.
Pasear por las calles de este Genalguacil es como hacerlo por las galerías de un museo. A cada esquina, entre las blancas casas engalanadas con flores, surge cualquier obra. Un pilón en el que los grifos son cabezas de caballos, una veleta con forma de murciélago o un banco realizado sobre el tronco seco de un olivo son algunas de las 53 creaciones artísticas que el viajero encuentra en los rincones más insólitos.
Raquel Ñeco, una linense de 31 años, es una de las artistas que participa este año en el Encuentro. Trabaja en el improvisado taller creado en la cooperativa castañera del pueblo, donde está ultimando una escultura de una 'gorda' realizada en escayola que dominará, como la proa de una embarcación, una pared de Genalguacil. Raquel, que como el resto de artistas participantes tuvo que pasar una selección para ser elegida, explica que su jornada laboral dura 'unas nueve horas', aunque dice que lo mejor es trabajar por la noche 'porque se está más fresquito'.
En la cooperativa castañera también se encuentra Joaquín Sánchez, un onubense de 46 años que está creando dos shiisa, unas esculturas de leones típicas de la isla japonesa de Okinawa que se colocarán en los pórticos de dos casas. Joaquín lleva 26 años en Japón, adonde llegó por los azares del amor: su esposa, Tsuneko, es japonesa. 'Allí se vive bien de la cerámica', asegura. Tsuneko le ha acompañado a Genalguacil y dirige un taller de cerámica para los vecinos del pueblo.
Otra japonesa, Tokio Shimoji, de 26 años, realiza una lámpara con alambres y dibujos de motivos del pueblo. En realidad, casi todas las obras estas relacionadas con Genalguacil. Charo Carrera construye una fuente de mármol en el polideportivo. En la escuela, Marga Guerrero elabora un tapiz con telas que le prestan los vecinos, Azucena Pintor crea coloridos paneles y Gema Álvarez refleja en sus murales de pintura acrílica las calles del pueblo.
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