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Tribuna:LOS CONTENCIOSOS DE ESPAÑA Y MARRUECOS
Tribuna
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Memoria histórica y relaciones hispano-marroquíes

El autor sostiene que Perejil marca el punto de partida de una reivindicación marroquí más amplia y compleja que afecta a todas las posesiones norteafricanas españolas.

De cuanto he leído estos días en la prensa sobre la reciente crisis hispano-marroquí, como es sabido no enteramente cerrada, quizá las dos aportaciones historiográficamente mejor fundamentadas sean las de María Rosa de Madariaga (El falso contencioso de la isla del Perejil) y de Luis Matías López (Más dudas que certezas), aparecidas en el EL PAÍS de 17 y 19 de julio último, respectivamente. Ahora bien, una y otro centran el tema de la españolidad o no del islote en los últimos doscientos años, y fundamentalmente a partir del cese del Protectorado franco-español sobre Marruecos en 1956. Ambos afirman que en los tratados, convenios y acuerdos entre los dos países durante ese tiempo nunca se menciona el ahora famoso peñón, lo cual es cierto. López, pero sobre todo Madariaga, se muestran con toda razón bastante escépticos sobre la españolidad actual de Perejil. Y cuando digo actual me refiero del final del Protectorado para acá. No es para menos, dado que en ese tiempo da la impresión de que la diplomacia española ha realizado un deliberado ejercicio de ambigüedad, más o menos consensuada con la marroquí, al soslayar el tema del islote en cuestión durante el último medio siglo.

La hispanidad de la isla nunca se cuestionó, por ser anterior al actual Marruecos

Pero con anterioridad, y por largo tiempo, la hispanidad del territorio en disputa ha estado fuera de dudas y, por tanto, no ha sido cuestionado por anticiparse a la propia fundación del actual reino de Marruecos. Resumiré las conclusiones de un extenso informe que en 1993 realicé sobre este punto por encargo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Entre 1414 y 1640, Perejil perteneció a Portugal como dependencia que era de Ceuta. La documentación lusitana existente en el archivo lisboeta de la Torre do Tombo así lo prueba, como también la cartografía portuguesa de la época. Algunos planos, como el recogido por G. Braun en su célebre atlas (Colonia, 1572), sitúan en lo alto del peñón una atalaya o torre de vigilancia. Entre 1580 y 1640 Portugal permaneció unido a la monarquía española, y por tanto, también Ceuta. Desde tiempo antes España abrigaba el proyecto de ocupar una posición entre esta plaza y Tánger que le permitiera reprimir con mayor eficacia al corso magrebí. Es significativo que Felipe II, coincidiendo con su marcha sobre Lisboa para tomar posesión del trono lusitano, permaneciera muy atento a la seguridad de las plazas españolas y portuguesas de África, cuyo refuerzo consideró prioritario en todo momento. En tal sentido escribiría al duque de Medinasidonia (Badajoz, 17 noviembre 1580) reclamándole un informe del capitán Juan de Urbina y de otros ingenieros sobre la proyectada fortificación de la isla del Perejil. Un año más tarde el monarca recomendará al duque desde Lisboa (29 noviembre) que antes de hacer nada en Perejil se oyera la opinión del perito P. Venegas, que sugirió el abandono del proyecto por costoso y nada rentable, como en efecto así se hizo. Informaciones similares sobre la presencia española en Perejil y sus aguas entre los siglos XVI y XVIII pueden seguirse casi día a día en la inabarcable documentación conservada en el Archivo General de Simancas. En especial desde que en 1640, al separarse Portugal de España, Ceuta sería la única ciudad lusitana que optó por permanecer unida a la Corona española, situación en la que permanece desde entonces.

Una parte de esa documentación, sobre todo la cartográfica referida al siglo XVIII, la he publicado en mi corpus de mapas y planos de Marruecos editado en 1992 por la Agencia Española de Cooperación Internacional. En el mismo, por extensión, se incluyen no pocas referencias a las plazas de soberanía española, dada la continuidad geográfica entre esos territorios y el marroquí. Sobre Perejil inciden, entre otros, los planos de Esteban de Panon y Luis Huet, José Muñoz y Alonso de Figueroa, de 1746, 1760 y 1762. Sin duda, el más interesante es el de Figueroa, rotulado 'Proyecto de fortificación de la isla del Perejil y puntas de Carnero y Fraile para controlar el estrecho de Gibraltar'. El autor prevé, sin duda exageradamente, una relación causa-efecto entre la fortificación del peñón norteafricano y la neutralización e incluso retrocesión de Gibraltar. Como puede verse, ayer como hoy la búsqueda de una salida a la cuestión gibraltareña se asocia de uno u otro modo al futuro de Ceuta y de las otras plazas españolas de África. Será interesante comprobar la incidencia que la llamada crisis de Perejil va a tener sobre las negociaciones hispano-británicas en curso.

La cartografía anotada no agota la disponible. Díganlo si no el plano de Perejil de Vicente Tofiño (1786), el 'de la isla del Perejil o del Coral y costas adyacentes' del ingeniero catalán Felipe de Paz (1791), así como los de J. Luyando y V. Sánchez Cerquero de principios del XIX, la eclosión cartográfica que acompañó al conflicto bélico hispano-marroquí de 1859-1860 y los numerosos planos relacionados con el polémico islote realizados en años posteriores hasta 1912 por oficiales de Ingenieros de E. M. del Ejército, todos ellos estudiados y publicados en mi repertorio, como también otros varios franceses, alemanes, italianos y los realizados por oficiales británicos de la Royal Navy. Aunque después de 1800 no faltaron proyectos de transferir Perejil a Gran Bretaña e incluso a Estados Unidos para establecer en ella una estación carbonera en el Estrecho, los actos de afirmación de la soberanía española sobre el peñón realizados desde Ceuta en la época son innumerables, incluidos los relacionados con el proyecto de construcción de un faro en el islote (1887). Sobre ellos puede hallarse amplia información en el Archivo Histórico Nacional, en los de Asuntos Exteriores, Histórico Militar, en el General de Marina y en el General de la Administración (Alcalá). Bien es cierto que tales actos disminuyen a partir de 1860, y sobre todo después de 1956. Hasta el punto de que una parte de la cartografía oficial (más la civil que la militar) omite la pretendida españolidad de Perejil, asignada, por tanto, implícitamente a Marruecos.

El statu quo en la cornisa septentrional del norte de África, convenido en 1956, reafirmado en 1963 con ocasión de la retrocesión de Ifni y reafirmado en el vigente Tratado de Cooperación de 1991, en lo que a la reciente crisis se refiere, ha sido ya restablecido de forma tan abrupta como se inició, hecho posibilitado por la intervención casi mediadora de Estados Unidos. Sin embargo, ello no debe hacernos olvidar que Perejil marca el punto de salida de una reivindicación territorial marroquí más amplia y compleja que afecta a la totalidad de las ciudades y posiciones españolas en el litoral magrebí. Una reivindicación siempre latente, suscitada o aparcada por los sucesivos soberanos marroquíes y sus asesores por razones de conveniencia política según cada caso. Que los negociadores de ambos países cuando vuelvan a reunirse en septiembre hablarán de algo más que del peñón de la discordia lo ha dejado ya firmemente asentado M. Benaissa, quien probablemente representará a su país en esas conversaciones, si es que en esas fechas continúa desempeñando la cartera de Negocios Extranjeros.

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En cualquier caso, los contenciosos hispano-marroquíes manifestados o en ciernes van para largo. Muy especialmente los territoriales. Aunque sólo sea porque la política exterior marroquí está fuertemente subordinada a directrices de política interna, y, por tanto, resulta imprevisible. Antes o después, una solución definitiva de esos contenciosos deberá pasar por la aportación de los títulos respectivos. Llegado el caso, convendría estar preparados. Pero sin memoria histórica no es posible elaborar un alegato jurídico sólido, y menos construir sobre bases firmes una deseable convivencia amistosa y duradera entre Marruecos y España.

Juan B. Vilar es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Murcia y autor de varios estudios sobre relaciones hispano-magrebíes.

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