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ESCALADA EN EL CONFLICTO HISPANO-MARROQUÍ
Columna
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La crisis comienza ahora

Acción quirúrgica, limpia, sin efusión de sangre, con apenas más violencia que alguna mirada torva, y técnicamente perfecta. Con la ocupación del islote del Perejil, el presidente Aznar ha puesto un brillante cierre al debate sobre el estado de la nación mostrando energía, profesionalidad y claridad de objetivos. En el plano táctico, lo inmediato, todo un éxito. Pero en el estratégico, a medio y largo plazo, las cosas pueden ser muy diferentes. La verdadera crisis con Marruecos es sólo hoy cuando comienza.

El Gobierno de Rabat contaba con que la disputa puramente diplomática durara, por lo menos, varias semanas. Para eso quería llevar ayer a la prensa internacional a que contemplara lo manso y bien educado de su ocupación. Así, la operación de las fuerzas armadas españolas le ha sorprendido, pero no por ello desviado de sus objetivos.

Personada en el caso la Liga Árabe, y por poderes, el orbe islámico y el Tercer Mundo, nada más fácil que convencer a todo ese público, de ordinario no antiespañol, de que Madrid se sigue comportando como lo que es, el antiguo poder colonial. Y el problema de la eventual descolonización de la roca, planteado ante la ONU, es la arena diplomática en la que España tiene todas las de perder.

Aunque es posible que la exigencia marroquí de incluir otros aspectos del contencioso, como dijo el ministro de Exteriores magrebí, Mohamed Benaissa, para sentarse a negociar, forzaba a España a actuar, la iniciativa del juego no sigue menos por ello en poder de Rabat.

Marruecos no tenía la menor intención de aferrarse militarmente a la isla; por eso envió sólo a ocuparla a una tropilla más de cómicos de la legua que de soldados preparados a defenderse. España podía, ante ello, agotar algún período negociador, lo que le daba a Marruecos un tiempo de exposición del problema al mundo sumamente explotable, o actuar inmediatamente, como ha sido el caso. El primer planteamiento era mejor, pero el segundo también vale; que el mundo vea lo que nos hacen, dice Rabat.

Por lo pronto, España se ve obligada a mantener una postura de vigilancia defensiva en todo el Mediterráneo compartido, con unas fuerzas armadas en permanente estado de alerta para cubrir docenas de posiciones como la de Perejil. Y eso cuesta dinero y fatiga psicológica del material humano. Ésa es la trampa de la que era casi imposible zafarse.

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Y que no se haga gran alharaca del apoyo, hasta ahora bien enunciado, de la Unión Europea, porque le falta una pieza esencial. Nótese cómo Francia, olímpica y adusta, sólo ha reconvenido a las partes a que negocien como buenos alumnos de una geopolítica que les desborda. Parece muy poco probable que si la sangre diplomática llegara al río, París consintiese que la UE impusiera sanciones económicas a Rabat, único expediente que, con gran probabilidad, haría que el Gobierno de Mohamed VI reconsiderara su política de aventura y acoso político a España. Y, si hablamos de Estados Unidos, su neutralidad mediadora en el contencioso es aún más estentórea.

En esta situación, al Gobierno de Madrid sólo le puede convenir el inicio de conversaciones sin condiciones previas, puesto que, prudentemente, no defiende de salida su propiedad soberana sobre el islote, sino el restablecimiento del statu quo; es decir, que la roca es territorio sin denominación de origen y, por tanto, nadie ha de hacerlo suyo por la fuerza.

Pero no es lógico que Marruecos, habiéndose embarcado en una operación que no puede sino haber calculado con una anticipación de varias jugadas, renuncie ahora a mantener lo que llama sus posiciones de principio.

Por eso la crisis sólo ahora adquiere toda su gravedad, cuando Rabat tiene la sartén por el mango por el sólo hecho de obligar a España a tratar de adivinar qué es lo qué va a hacer, cómo, y dónde.

Y el repositorio final de cualquier contencioso entre los dos países se llama Ceuta y Melilla. La diplomacia de la dinastía alauí, que hasta ahora había sólo avisado con la pesca, el Sahara y la inmigración, comienza a desplegar una operación que podría ser de gran envergadura. Hoy sabemos por qué desde octubre pasado no hay embajador de Marruecos en la corte del Rey católico.

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