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LA FRAGILIDAD DE UN GIGANTE

Huracán económico en Brasil

La crisis amenaza a la potencia latinoamericana en un clima de incertidumbre política

El dólar aumentó un 14% su valor en junio frente al real, la deuda pública brasileña alcanzó su mayor nivel en los últimos 91 años, el desempleo en São Paulo batió su récord desde 1982, los títulos externos llegaron a su menor nivel desde marzo de 1999 y la actividad industrial bajó un 4%. El candidato de la izquierda, Luis Inázio Lula da Silva, continúa como favorito para las elecciones de octubre y el escenario político sigue siendo una nebulosa. Mientras, los mercados financieros reaccionan como pueden: al borde de un ataque de nervios.

La cuestión del dólar en la situación brasileña debe ser entendida en dos dimensiones. Primero, su estampida afecta seriamente a la economía, en la medida en que Brasil se enfrenta con dificultades crecientes en sus cuentas externas. Además, hace aumentar la ya elevadísima deuda pública, que cierra la semana situada en un 58% del PIB, por no mencionar sus claros reflejos en las tasas de inflación.

La deuda pública alcanzó en junio el 58% del PIB, su valor más alto en 91 años
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La segunda dimensión es menos tangible, pero igualmente significativa: su efecto psicológico para las clases medias y para los pequeños y medianos empresarios, que entienden que si el real se desploma, es porque las cosas están mucho peor de lo que el Gobierno admite. Y esa sensación de inseguridad y desconfianza se agrava sensiblemente gracias a un factor extraeconómico, pero de definitiva influencia en todo lo que se vive este año en Brasil: las elecciones presidenciales de octubre.

Los analistas venían advirtiendo ya antes sobre algunos aspectos de la economía, sobre todo acerca de las crecientes dificultades para enfrentarse a las cuentas externas. El corsé de yeso impuesto por los acuerdos firmados con el Fondo Monetario Internacional (FMI) tuvo como consecuencia un flojísimo crecimiento de la economía, permanentemente por debajo de las metas anuales anunciadas por el Gobierno. Ahora ya se sabe que este año el crecimiento quedará alrededor de 1,5%.

A los números anteriores se sumaron, en los últimos días, nuevos indicadores que no hicieron otra cosa que traer más preocupaciones. El desempleo, por ejemplo, es de un 7,7% de la población activa en las seis principales regiones metropolitanas brasileñas, el nivel más elevado desde mayo de 2000. Pero en São Paulo, principal centro financiero y empresarial del país, el paro en mayo alcanzó un 9,2%, el más elevado desde 1982. Esa región corresponde a un 45% del total de mano de obra empleada en el país.

El Gobierno dice que, más que de crisis, se trata de un ataque especulativo. La mayoría de los analistas independientes admite que hay componentes especulativos en la actual situación, pero también razones concretas para la desconfianza. Las medidas puestas en práctica por el presidente Fernando Henrique Cardoso para traer cierta tranquilidad al ambiente, o no resultan, o tienen un efecto que no dura más allá de dos o tres jornadas. Resultado: la tensión alimenta a nuevas tensiones. Y en ese ventarrón incesante, todo apunta hacia una dirección: el próximo Gobierno, que asumirá el poder el primer día de 2003. Y ahí surge la gran duda: ¿Quién será el nuevo presidente? Lula es el claro favorito para ser el dirigente de este país, de 170 millones de habitantes, novena potencia económica mundial. Recientemente ha sorprendido a la opinión pública con el nombramiento de una de las mayores fortunas del país, el empresario José Alencar, como candidato a la vicepresidencia. Lula, obedeciendo a los responsables del marketing político, se presenta como un dirigente en armonía con los tiempos de globalización, neoliberalismo y mercados dominantes. Su discurso tiene por objetivo tranquilizar a los inversores, lo que significa asegurar que los objetivos en cuanto a inflación o los presupuestos establecidos por el actual Gobierno serán respetados. El mercado, en todo caso, desconfía de su discurso.

Su mismo partido trata de colaborar, pero en vano: En el programa de gobierno que será divulgado esta semana se mantuvo la palabra 'ruptura' en relación al actual modelo económico.

'La ruptura se dará con el modelo económico y social existente en el país. Brasil necesita una ruptura que el Partido de los Trabajadores (PT) siempre defendió', aseguró el presidente nacional del PT, el diputado José Dirceu. El coordinador de la campaña de Lula, Antonio Palloci, aseguró que éste hará un 'gobierno de transición', pero agregó que la ruptura efectivamente ocurrirá.

Precisamente es en la contradicción entre el discurso pacificador de Lula y las líneas político-ideológicas defendidas por su partido e incluidas en su programa de Gobierno donde radican los temores del empresariado, de los inversionistas y de las clases medias brasileñas. Nada de eso, claro está, escapa a la observación de los bancos extranjeros y de las agencias calificadoras de riesgos de inversión.

Lo más probable es que las turbulencias sigan sacudiendo a los mercados financieros hasta las mismas vísperas de las elecciones, cuya primera vuelta será el 6 de octubre y la segunda, el 27. Los registros del Banco Central indican gruesos volúmenes de dólares saliendo de Brasil desde principios de junio, mientras que la Bolsa de Valores de São Paulo apunta a una fuerte salida de inversores extranjeros. De aquí a octubre, los mercados brasileños deberían traer una tarjeta roja de advertencia: 'No apto para cardiacos'.

Lula, claro favorito en los sondeos

El aluvión de sondeos que son divulgados cada semana giran con mínimas diferencias alrededor de un mismo resultado: el candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores, Luis Inázio Lula da Silva, sigue firme en el primer puesto (alrededor de un 40% en intención de voto), mientras que José Serra, el candidato situacionista, ex ministro de Salud y antiguo amigo del actual presidente, no logra acercarse de manera significativa (alrededor de un 21%).

Serra se mantiene en un segundo puesto al que tampoco, a lo largo de las últimas semanas, logran aproximarse los otros dos candidatos, el centroizquierdista Ciro Gomes (alrededor de un 16% en intención de voto) y el populista evangélico Anthony Garotinho (en torno al 11%). Ya han bajado bastante las perspectivas de que Lula gane en la primera vuelta, pero ése es un fantasma que varios analistas vuelven a traer a la superficie a cada momento.

La fiebre de las encuestas es típica de las elecciones brasileñas. Se dice y se repite que no son más que el registro de un determinado momento, y que todo puede cambiar a partir de agosto, cuando empieza el horario político en la televisión. Pero semejante reiteración ya no significa mucho, una vez que el temor del empresariado y de la banca, para no mencionar a los latifundistas que controlan el campo y los créditos oficiales, no hace más que aumentar según pasa el tiempo y Lula no cae en las encuestas. Se habla claramente de un 'riesgo Lula' para la economía, y el hecho de que sea favorito es uno de los motores que impulsan el componente especulativo del actual momento económico-financiero de Brasil.

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