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Reportaje:Alemania | Brasil y Alemania preparan la final | Mundial 2002

El pacífico 'tigre Kahn'

El guardameta germano, quizá ayudado por Maier, ha controlado un temperamento que le llevó a cometer errores groseros

Santiago Segurola

Hay algo de especial en la portería alemana. Oliver Kahn está hecho un tigre frente a la atenta mirada de Sepp Maier, el legendario portero del Bayern Múnich, ahora entrenador de los guardametas de la selección alemana. Envejecido, con una vieja relación con el alcohol que se le nota en el rostro, Maier no ha tenido la clase de vida de Beckenbauer, Rumenigge o Hoeness, sus compañeros en el equipo bávaro y ahora perfectamente situados en la cúpula directiva del Bayern. Maier desapareció de la escena del fútbol durante años, y por eso produce satisfacción verle con la selección alemana, cuidando, quizá adiestrando, al decisivo Kahn, que tan sólo ha recibido dos goles -uno frente a Irlanda, otro ante Camerún- y ha determinado la buena fortuna de Alemania en los partidos contra Paraguay, Estados Unidos y Corea del Sur.

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Kahn interceptó dos remates espectaculares de los delanteros paraguayos en un partido que se decidió en el último minuto con el tanto de Neuville. Con los norteamericanos se superó: dos veces intuyó los tiros mortales de Donovan, además de provocar la frustración de los estadounidenses con intervenciones espléndidas. Ante Corea, sólo apareció una vez en un partido en el que sólo se vieron dos oportunidades. Alemania aprovechó la suya; Kahn rechazó la de los coreanos apenas comenzado el encuentro. Los alemanes han llegado a la final con lo justo: un poco de Ballack, otro poco de Schneider, la firmeza de los centrales y el excelente momento de Kahn.

Al portero alemán le va mejor el tono sereno que ha ofrecido en este Mundial. Durante muchos años perteneció a la estirpe de porteros alemanes que son más famosos por su altanería que por su talento. A Kahn se le valoraba su desafiante carácter, la clase de tipo insoportable al que se le perdona por el hecho de ser portero. Él dice que sólo se trata de un impulso competitivo. Nunca fue el mejor. De niño era suplente; de juvenil nadie esperaba gran cosa de él; tardó en hacerse con la titularidad en el Borussia de Dortmund, y ahora juega su primer Mundial como titular a los 34 años de edad. Tuvo que competir y ganarse poco a poco el prestigio como guardameta.

'Por las noches mordía la almohada y por las mañanas salía con la mejor sonrisa posible', dice Kahn de los dos Mundiales anteriores. En realidad, no solía contenerse tanto. Su carácter le gastó malas pasadas en varias ocasiones. Dos de sus ex compañeros en el Borussia Dortmund, Herrlich y Chapuisat, tuvieron que padecer a Mad Kahn. A Herrlich le tiró un bocado y a Chapuisat le sacudió con una muy comentada patada de kung-fu. En sus horas libres era bastante más tranquilo. Desde hace años es un entusiasta de los libros de psicología y un experto en cuestiones de economía. Pero en el campo llegó a convertirse en el objeto de burla de los principales cómicos de su país. Caricaturizarle era sencillo: un futbolista al borde de un ataque de nervios.

En los últimos meses parece más calmado. Y en el Mundial no ha provocado ninguno de los tormentosos incidentes que le hicieron famoso. Quizá Maier le ayude a relajarse, a controlar un temperamento que le sirvió para alcanzar cotas imprevistas como portero, pero también para fastidiarle por una tendencia a cometer errores groseros.

En lo básico es el mismo portero de siempre: más confiado cuando juega cerca de la raya de gol que en los espacios abiertos del área. El cambio está en su actitud. El antiguo pendenciero se ha convertido en el sereno guardián de la puerta alemana. Lo ha hecho con tanto éxito que Alemania probablemente esté en la final gracias a él.

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