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Reportaje:Turquía | Mundial 2002

Unos rezan, pero otros no

Los jugadores integristas de Turquía, dirigidos por Sukur, imponen sus normas en la selección

Carlos Arribas

Aunque el 98% de los 66 millones de habitantes de Turquía son musulmanes, la república turca es un Estado oficialmente laico. Esta realidad, sin embargo, no se refleja en la selección, donde una mayoría de jugadores musulmanes integristas han impuesto las prácticas religiosas y la oración en la vida cotidiana del equipo durante su estancia en extremo oriente. También sus costumbres.

El efecto más vistoso ha sido la prohibición a las mujeres de los futbolistas de pasar la noche en el mismo hotel que sus maridos. Las esposas y compañeras llegaron a Japón autorizadas por los responsables de la federación turca. Sin embargo, cuando fueron a alojarse en el hotel de la concentración, en Urawa, se encontraron con la oposición de 13 de los 23 futbolistas, que, liderados por el goleador que no golea, Hakan Sukur, invocaron los preceptos mahometanos. La decisión final le correspondió al seleccionador, Senol Gunes, que zanjó a favor de los integristas, para enfado de los laicos, sobre todo Davala, el autor del gol a Japón, y Basturk, el cerebro del Bayer Leverkusen.

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No fue la primera vez que Sunes se inclinó a los deseos de Sukur, el ídolo, capitán y jefe en la sombra. Todo comenzó, según el diario Milliyet, de Estambul, cuando el equipo llegó a la concentración de Hong Kong. Un grupo de jugadores, liderados por Sukur, quiso organizar la oración del viernes. Gunes no estaba muy por la labor, pero les permitió hacerlo en un salón del hotel. La solución no convenció a los practicantes, que lograron, presionando a la Federación, un permiso para acudir a la mezquita de Hong Kong a orar. Sin embargo, algunos no rezaron y allí empezaron los problemas: el grupo ya se dividió entre los que rezan y los que no.

Los turcos viajaron después a Corea del Sur y se concentraron en Ulsan, donde no hay mezquita, ni tampoco imam que dirija la oración. Frente a la solución conciliadora de Gunes de que uno de los jugadores asumiera esa función, Sukur y los suyos se mostraron intransigentes, aumentando la división interna, y exigieron, y lograron, que les fuera enviado un imam desde Seúl. Y unos rezaron y otros no, para su desgracia.

Durante la concentración previa al Mundial, a Gunes le sobraban cuatro jugadores. Entre los futbolistas que descartó, había algunos como Tayfun (ex de la Real Sociedad) y Serhat, dos, precisamente, de los que no rezaron en Hong Kong. Y según dicen los que allí estaban, Sukur y Emre, el otro líder de los integristas, no se callaron exigiendo su no selección. También se dice que Sukur pidió en vano el descarte de Ilhan Mansiz, quien, precisamente, se convirtió en uno de los héroes al marcar el gol de oro contra Senegal en cuartos.

Sukur, que juega en el Parma, de Italia, llegó a Japón y Corea como uno de los máximos goleadores, pero no ha marcado ningún gol en el Mundial. Pese a eso, sigue siendo intocable, como ya se vio en el partido inaugural, cuando la primera derrota ante Brasil. Sukur, que no dio ni una a derechas, logró no ser reemplazado (de hecho ha jugado 600 minutos en los cseis partidos jugados por Turquía), pero el mejor del equipo, Basturk, otro de los que no rezaron en Hong Kong, fue sustituido.

Lo irónico es que el caso turco demuestra que la tan cacareada necesidad de unidad y de buen ambiente entre los jugadores no sólo no garantiza unas buenas prestaciones sobre el terreno de juego, sino que su falta, o sea, el mal rollo, la división al 50%, ha conducido a Turquía hacia el mejor torneo futbolístico de su historia. Y eso que Sukur no ha metido ni un gol.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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