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Reportaje:

La presión de la belleza

Inez de Beaufort analiza la obsesión por la imagen y la necesidad médica

Quien más quien menos ha hecho régimen, se ha untado con cremas y potingues o sufrido la tentación de dejarse caer por un centro de belleza. Es la cara amable de un fenómeno creciente, la preocupación por el aspecto, que tiene una vertiente menos benévola. Niños con síndrome de Down sometidos a cirugía plástica para que aparenten ser 'normales', quinceañeras con pechos remodelados u hombres con prótesis en los hombros para parecer más fuertes.

¿Caprichos, o hay algo más detrás? Para Inez de Beaufort (Deventer, Holanda, 1954), la línea que separa la necesidad médica de la puramente cosmética es 'demasiado difusa', razona, y cuesta saber cuándo alguien sufre realmente por culpa de su apariencia. De Beaufort, experta en ética médica y miembro del Grupo Europeo de Ética de la Comisión Europea, ha buscado respuestas los últimos cuatro años por el continente. Publica Beauty and the doctor (La belleza y el doctor), aún no editado en España, donde trata de descubrir qué es lo que empuja a tomar una decisión que implica un riesgo para su salud y que, según parece, es fenómeno en plena efervescencia. Sólo en España, según la Asociación de Cirugía Estética, este tipo de prácticas crecen un 15% cada año. En 2001, los españoles se gastaron 900 millones de euros en 300.000 actos médicos para mejorar la imagen. En Europa, aclara De Beaufort, no hay datos fiables.

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'Somos prisioneros de la imagen', dice. 'Hay un modelo de belleza que influye en la percepción que tenemos de nosotros mismos y que nos condiciona'. Ese modelo puede provocar problemas: 'Hay gente que sufre psicológicamente por su apariencia'. Cuando eso ocurre, la cirugía estética parece una tabla de salvación.

Hay un tipo de sufrimiento que todo el mundo comprende, asegura De Beaufort. Es el provocado por un cáncer de mama o un traumatismo: 'Nadie duda ante un rostro desfigurado por un accidente'. Pero una liposucción, una de las intervenciones con mayor demanda, 'no suele ser una necesidad médica'. ¿No suele? 'La felicidad a veces es una cuestión de milímetros'. Dos de más en una nariz o en otra parte del cuerpo pueden provocar sentirse rechazado socialmente. Lo mismo pasa con los niños con síndrome de Down, cuyos rasgos faciales son corregidos, según declaran algunos padres en su libro, para evitar el rechazo o actitudes peyorativas. El problema se agrava porque se trata de niños que 'no pueden decidir por sí mismos'. Igual que las quinceañeras que buscan parecerse a modelos retocadas en una clínica.

El problema es quién decide cuándo ese desasosiego adquiere categoría de enfermedad. 'Ningún médico va por la calle anunciándose', dice De Beaufort. 'Los métodos son más sutiles'. Por ejemplo (como ocurre en el mundo sajón a ambos lados del Atlántico, aunque se extiende como una mancha por Europa), promocionando una figura 'delgada y joven' como estándar de belleza en la que la cirugía ofrece poco menos que una eterna juventud. Los medios de comunicación, sostiene, 'juegan un papel' determinante al que se suman determinados centros de belleza. La presión que ejercen pueden convertir en sufrimiento patológico una simple incomodidad al mirarse al espejo. La cosmética se convierte entonces en necesidad médica.

'Siempre hay presión cuando existe una opción', señala. Y si la opción es un aspecto más sano y guapo, ¿es malo? 'Lo sería si alguien lo impusiera, y no parece'. Pero, advierte, hay que investigar los mecanismos psicológicos que rodean el fenómeno. Pequeños cambios de actitud, como los que experimentan personas con quemaduras graves, pueden bastar para superar el trauma. De Beaufort dice que la clave está en lo se tiene: 'Si lo único que tienes es tu aspecto, ser guapo es muy importante; pero la experiencia y la inteligencia que se reflejan en un rostro curtido también son sinónimo de belleza'.

Inez de Beaufort, autora del estudio sobre belleza y medicina.
Inez de Beaufort, autora del estudio sobre belleza y medicina.ARDUINO VANNUCHI

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