_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Crear la división

'No pensar como yo, es crear la división entre los españoles', decía la leyenda que acompañaba la viñeta firmada por El Roto en la edición de EL PAÍS del pasado jueves. Un jueves, el último, muy determinado, víspera del acuerdo del Consejo de Ministros por el que se remitía al Congreso de los Diputados el proyecto de la nueva Ley de Partidos Políticos. Una acertada representación de cómo se está consumando el achique de espacios, de cómo fuera del aznarismo imperante empieza a no haber salvación. Por eso quien desistiera de firmar con José la ilegalización de Batasuna o lo que corresponda en su momento, sencillamente desparrama, es decir, crea la división entre los españoles y está dando alas a los terroristas.

Este llamamiento a filas -seré el primero en firmar la solicitud para ilegalizar Batasuna- fue el grito estentóreo del presidente del Gobierno, José María Aznar, como si se tratara de una pugna entre mozos por conseguir la primacía para inscribirse en el banderín de enganche de la Legión. Luego, Aznar -que sigue siendo incapaz desde hace más de seis meses de sostener una conversación con José Luis Rodríguez Zapatero, su socio en el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo- tuvo un súbito arrebato de generosidad ante la muchachada propia en Burgos, donde emplazó al secretario general del PSOE para que deje de ser timorato, abandone la tibieza, demuestre a la sociedad española que está dispuesto a derrotar a los terroristas y asuma las consecuencias de su decisión. En definitiva, para que no se encoja de hombros y firme junto a él y al mismo nivel la solicitud que quiere dirigir al Tribunal Supremo para que ilegalice Batasuna, una vez que el Congreso de los Diputados debata y apruebe al galope el proyecto de ley que acaba de serle remitido por el Gobierno.

En su libro La elección de la barbarie (Tusquets Editores; Barcelona, 2002), José María Ridao nos previene sobre estas actitudes de quienes permanentemente aseguran encontrarse en la más alta ocasión que vieron los siglos, siempre dispuestos a proclamar la singularidad y la grandeza de un tiempo por el hecho de considerarlo suyo, y apunta que sus valedores acostumbran a utilizar esos slogans como señuelos para ir a más, para fijar más lejos la frontera, para saltar del ahora mejor que nunca al ahora o nunca, sin que la razón sea tenida en cuenta para inclinarse por una opción o la contraria, como si los únicos instrumentos de medida fueran la balanza y el dinamómetro. ¿De verdad la senda más apropiada que se le ofrece a la democracia española es la descrita para la ilegalización del Partido de la Prosperidad turco por las autoridades de Ankara?

¿Tendremos que quedar atados a esa utilización aznarista de la ética como instrumento para tener razón, conforme a los más arraigados vicios clericales? ¿No deberíamos precavernos cuanto antes contra esas deflagraciones de patriotismo que actúan, según nos advierte Rafael Sánchez Ferlosio (véase su discurso de investidura como doctor honoris causa de la Universidad Autónoma de Madrid el pasado 11 de abril), como flash de una fortísima droga euforizante, que una vez más demuestra hasta qué punto la patria es hija de la guerra, y la guerra el momento de suprema plenitud de un pueblo, de una nación como nación? ¿Hasta dónde el sinsentido del agravio padecido a manos de los terroristas puede ser capaz de producir en nosotros los agraviados una sensación de inocencia inaugural, como la subsiguiente a una indulgencia plenaria, y de llevarnos hacia ese momento de extrema peligrosidad que deriva a partir de sentirnos 'cargados de razón'?

¿Volveremos a la racionalidad política o seguiremos empeñados en competir por quién escupe más alto o mea más lejos como cuando reinaba el denostado machismo entre los mozos de la recluta obligatoria? ¿Continuarán los retos públicos del PP al PSOE a través de los medios de comunicación, mientras se excusa el diálogo directo sin intermediaciones de los máximos responsables de ambas formaciones entre sí y con los restantes líderes de las fuerzas del arco parlamentario? Después de la pausa publicitaria lo sabremos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_