¿Escasos lectores?

Al hilo de lo escrito por Paco Mariscal en su columna Escasos Lectores (EL PAIS 18/03/02), quisiera ilustrar con un ejemplo el absoluto desinterés -por no decir menosprecio- hacia el lector, no ya por parte de entidades o instituciones públicas, sino en este caso por el sector privado. En días recientes hube de desplazarme a Madrid y para ello opté por una de las empresas de autobuses que, desde Gandia, cubren dicho trayecto (y cuyo nombre no voy a citar, pues la alusión suele ser más efectiva). Para mi decepción no pudieron venderme billetes de su servicio exprés (más cómodo, rápido y caro) y tuve que optar por el servicio normal. Iniciado el trayecto que en cinco horas y media me dejaría en Madrid, me dispongo a leer, cuando observo que en el monitor de televisión del autobús empieza una película: Sinué el egipcio. Opto por la lectura, pero ante el ensordecedor volumen que inunda todo el autobús, me dirijo al chófer a expresarle mi queja y me responde que los auriculares sólo se ofrecen en el servicio exprés. Desisto pues de mi tentativa de lectura con la esperanza de que, una vez acabada la película, en la segunda mitad del trayecto podría reanudarla, pero reiniciada la marcha tras la parada de rigor, nuevamente el monitor y otra película: Las tortugas ninja II. El mismo estruendo sonoro, y algo más irritado me dirijo al chófer y obtengo como respuesta que su obligación como chófer es poner películas. El final de la película coincidió con el final del trayecto. Creo sinceramente que cualquier campaña de fomento de la lectura, no sólo habría de incidir en eso, en el fomento, sino que tendría que observar con especial interés e insistencia que se velara por el respeto de aquellos que sí optan por la lectura como actividad, lo que sin duda serviría para predicar con el ejemplo.