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Columna
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Chulitos

Yo no sé si hemos perdido el norte, la sensibilidad, la cordura o qué carajo pasa, pero estamos en manos de una pandilla de delincuentes impunes que por el mero hecho de dirigir un Estado, tener unas cuantas estrellas o galones y disfrutar de una plácida parcela de poder, el delito no es en ellos una acción castigable ni mucho menos una sucia refriega fuera de toda ley. Saben a quiénes me refiero, aunque lo más extendido es que los malos de la trama sean siempre los mismos: los cabecillas de algunos países musulmanes que generan camicaces, pilotos suicidas y terroristas a granel. Visto desde los ojos de Occidente, ellos son los que operan fuera de toda ética y por ello se merecen una represalia ejemplar. Así lo ven los imperialistas de América, los judíos de Israel y hasta quienes forman el Consejo de Europa. Sus argumentos se repiten como las viejas cantinelas, pero no me creo nada. Se creen dueños de la razón y ello les autoriza a obrar con la conciencia limpia y la bendición de dios contra ese atajo de moros a los que hay que aplicar medidas tan precisas y legítimas como ataques indiscriminados, secuestros, torturas, armamento nuclear o bloqueos para cortarles cualquier tipo de suministro básico: alimentos, agua, luz, aire... Creen, por ejemplo, que el pueblo palestino es pura escoria, y cualquier acción contra él está dentro de los más elementales principios. También les resulta edificante y coherente tratar como criminales de guerra a los rehenes de esa parte despreciable del planeta. Torturarlos en Guantánamo o en Mazar-i-Sharif no es guerra sucia ni terrorismo de Estado, sino justicia y derecho. Pero cuándo comprenderán que la culpa es patrimonio de todos, que aquí no hay manos limpias y lo que sobran, por ejemplo, son chulitos de rodeo dando hostias porque sí. O lo que es lo mismo, tan triste y aberrante resulta un suicida palestino forrado de explosivos como un piloto americano descargando su cólico tecnológico y bactericida contra la población afgana. El resultado acaba manchando por igual, mutilando por igual, exterminando por igual. Y ya que nos ponemos transcendentes y chulos, a ver quién es el guapo que me explica quién empezó todo esto. A ver.

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