_
_
_
_
_
Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Epifanía de la palabra

Quien haya seguido paso a paso la obra poética de Andrés Sánchez Robayna de los últimos años -de La roca (1984) y Fuego blanco (1992) a Sobre una piedra extrema (1995)- y haya admirado su firme designio de crearse y acendrar un ámbito propio, insular como el paisaje del que se nutre, el logro del autor canario no deja lugar a dudas. La decantación del lenguaje, el lento proceso de depurar el verbo y de ceñirse a lo que José Ángel Valente llamaba 'palabras substanciales' son los elementos más notables del quehacer poético de Sánchez Robayna y Sobre una piedra extrema parecía conducirnos a un finisterre sin luz, más allá del cual se extiende el océano negro e inabarcable que remata toda aventura humana.

EL LIBRO, TRAS LA DUNA

Andrés Sánchez Robayna Pre-Textos. Valencia, 2002 122 páginas. 10,52 euros

Seis años después, El libro, tras la duna significa hasta cierto punto una ruptura con ese proceso de acendramiento, ruptura que no veda con todo una soterrada continuidad y subraya al revés la coherencia total de la empresa. El poeta abandona el territorio conquistado y se embarca para una terra incógnita, como esos navegantes o mareantes del siglo XV en su desafío a los escollos y abismos que acechaban su periplo, pero sabedor de que 'y la línea inicial es un comienzo / y la línea final será un comienzo'.

El libro, tras la duna es un

poema único, compuesto de 77 apartados. Esa propuesta no suele ser frecuente en razón de los riesgos que conlleva. Los poetas ingleses nos brindan algunos ejemplos espléndidos de su consecución, desde Wordsworth y Coleridge hasta Eliot. Pero en España, las composiciones de ese orden no abundan y concluyen de ordinario en naufragio.

Sánchez Robayna plasma en el libro el paisaje insular de la infancia y su aprendizaje del mundo, la iniciación en el amor y la epifanía del verbo, la 'historia que, rota, se renueva en cada ser humano y su aventura'. La doble imantación de la belleza y de la palabra exacta exige un rigor exento de todo patetismo, de ese 'engaño sentimental' contra el que nos prevenía Cernuda y en el que tan a menudo incurren los bardos aficionados a recitales de gran público y los imitadores de Canto general carentes del genio y fuerza pulmonar de su autor. El libro, tras la duna se sitúa en los antípodas de esa tradición casi siempre desafortunada. El lector recorre de la mano del poeta el libro de la vida, camino que lleva de la inocencia a la lucidez sin caer en el desengaño. Cuanto acaece -la suma de saberes, intuiciones y experiencias- se condensa y parece exprimir su zumo en las páginas de un poema cuyo inicio y final son meras convenciones, pues puede leerse en un sentido y en otro sin perder por ello un ápice de su intelección: el orden 'normal' y el inverso se complementan, el nacimiento es muerte y viceversa.

'El rumor de los árboles / y su texto infinito se escribían / con negros caracteres / en el ojo del sol...', dice el poeta, y ese texto se articula sin caídas ni quiebras a lo largo de la composición. Mudan los años, cambian los paisajes, la vida se dilata y se contrae mas perdura el enigma al que se enfrenta el ser humano, 'el claro secreto escrito en el fulgor supremo, / en la curva estelar del cielo tembloroso'.

En el brete de escoger entre la floresta que nos ofrece el libro -tras la lectura y relectura de composiciones de la enjundia y belleza de Y cada noche se formaba lenta, En el curso mudable de los días, El cielo de la noche no me daba o Nube del no saber -me resolveré a citar los versos del apartado LXII: 'Había llovido // Un pájaro cantó en las cercanías. / ¿Dónde? ¿Dónde el sentido, dónde el ala / y el canto? ¿Cómo pudo, en lo invisible, / penetrar lo visible? ¿Dónde el pájaro? // Dolor del mundo, sólo se escuchaba / tu murmullo incesante. Lluvia oscura / sobre la tierra, y tras la lluvia un canto / ahogado junto al borde del tormento. // Miré un charco, y no supe'.

Sánchez Robayna confirma lo que presentíamos desde la época en que dirigía la revista Syntaxis: el hallarnos ante un autor cuya obra marcará el renacer de la poesía en nuestra lengua en este incierto y cruel comienzo de siglo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_