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Crónica:La jornada de Liga | FÚTBOL
Crónica
Texto informativo con interpretación

El azar sonríe al Valencia

El equipo de Benítez, pobre pero tenaz, gana al Alavés tras parar Cañizares un penalti al final

Si hubiera que resumir esta extraña Liga en una hora y media, bien podría pasarse el vídeo del partido de ayer en Mendizorroza. Nada es lo que parece, y lo que en un momento es de un color se tiñe de otro a las primeras de cambio. El Alavés y el Valencia ponen, supuestamente, el orden, la organización, la seriedad en la Liga. Son dos de los equipos menos goleados. No se permiten lujos, pero tampoco se dejan sorprender con facilidad. Hasta aquí teoría, pero nada más que teoría. En esta alocada competición, nada perdura. Y la imagen de estos dos equipos se derrumbó en una primera media hora caótica.

En el minuto 2, ya figuraba un empate a uno en el marcador. Carboni, un defensa en absoluto sospechoso de blando, se dejó atracar por Astudillo y a los dos centrales del Alavés, sin duda una de las mejores parejas de la Liga, les pasó por el mismo medio De los Santos. Por si fuera poco Llorens, otro futbolista que se tiene por resolutivo pero que ayer no dio una a derechas, protagonizó todas las jugadas tontas, pero si hay que votar por una ésa fue la que regaló a Carew en lo que supuso el 1-2. En definitiva, que el Valencia se encontró con el partido de cara sin hacer absolutamente nada. Y qué más quería el equipo de Benítez.

ALAVÉS 1| VALENCIA 2

Alavés: Kike; Geli, Coloccini, Téllez, Llorens; Turiel (Magno, m. 46), Pablo; Astudillo, Jordi Cruyff (Vucko, m. 75), Ibon Begoña (Iván Alonso, m. 58); y Rubén Navarro. Valencia: Cañizares; Curro Torres, Djukic, Pellegrino, Carboni; Angulo (Rufete, m. 84), De los Santos, Albelda, Vicente; Aimar (Mista, m. 69); y Carew (Kily, m. 86). Goles: 1-0. M. 1. Begoña saca un centro largo y con rosca que cabecea Astudillo anticipándose a Carboni. 1-1. M. 2. Aimar pasa a De los Santos, que resuelve en un disparo cruzado. 1-2. M. 26. Fallo de Llorens que aprovecha Carew. Árbitro: Puentes Leira. Amonestó a Téllez, Geli, De los Santos, Djukic, Aimar, Llorens, Curro Torres y Carew. 13.000 espectadores en Mendizorroza.

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En cuanto a fútbol, todo lo que tenía que suceder en Mendizorroza ocurrió en menos de media hora, y fue mucho más de lo que cabía esperar entre dos equipos de ese corte. Últimamente, el interés de los partidos entre el Alavés y el Valencia es de tipo resultadista, ni más ni menos. En cuanto a juego dejan mucho que desear. Se convierten en una pelea por ver quién hace peor al rival, y a fe que lo consiguen. Los tres goles fueron más accidentes que otra cosa, pero como en el reparto de beneficios salió ganando el Valencia a él le tocó cargar con el trabajo agradable, el de destruir. En ese aspecto cabe otorgarle un sobresaliente.

El Valencia pagó al Alavés con la moneda de uso común en el equipo de Mané. La mayoría de sus victorias fuera de Mendizorroza cumplen el mismos patrón: un incansable trabajo de presión, poca circulación de balón, mucho pelotazo largo y sobre todo oportunismo. Todo eso cumplió el Valencia perfectamente. Y le resultó tan fructífero que en Mestalla ya se habla sin disimulo de ganar la Liga. Sin embargo, no se comportó como un líder, o no como los líderes tradicionales. Nada de presentar una imagen señorial, de dominador. No. Basta con un poco de fortuna para sacar ventaja en el marcador, un fútbol pobre pero sin fisuras y amargar al rival, convenciéndole de que lo intente por donde lo intente nunca llegará a acercarse a la portería.

Cañizares apenas tuvo tarea en Mendizorroza, sólo en una acción a tres minutos del final, en un penalti, extraño como la Liga en sí misma, cometido por Djukic a Vucko. Pudo suponer un empate, que habría sido justo (mejor habría resultado un cero a cero), pero no. Ahí estaba la misteriosa balanza de la Liga. Llorens, extraviado como estuvo toda la noche en uno de sus peores días como alavesista, entregó el balón al portero del Valencia. Cañizares sólo tuvo que recogerlo, sin apenas estirarse. Los tiempos están cambiando, pero al parecer aún persisten viejos tópicos, como aquel de la suerte de los mejores.

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