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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La vida amarga de Tessier

El retrato de Jesús Martínez Tessier que incluye Jesús Pardo en Memorias de memoria empieza con estas palabras: 'Jesús María Martínez Tessier consiguió pasar no sé si veinte años en Efe camuflando de mediocre pasar intelectual su aguda, lúcida inteligencia, y ostentando, cultivando y aplicando cotidianamente una actitud gris oscuro que era simple careta de estricto quita y pon'. Las palabras de Pardo, ésas y las que siguen, irritaron probablemente a los hijos de Tessier, los dos gentes del periodismo y de letras: Javier Reverte y Jorge M. Reverte. Así lo indican los agrios párrafos que el primero dedica a Pardo, en una de las dos addendas que acompañan a las memorias del padre. Es comprensible: se trata de los hijos. Pero el retrato no se contradice, en lo sustancial, con la imagen que Tessier presenta de sí mismo en su obra póstuma. Lo que tal vez no previó Pardo es que su compañero de trabajo, poco antes de morir, y ya sin pactos que acordar con el futuro, acabaría quitándose la careta de mediocridad que le permitió sobrevivir, a él y a tantos (hoy también), y escribiría con su aguda, lúcida inteligencia un relato estricto y conmovedor sobre su experiencia en la guerra civil española.

SOLDADO DE POCA FORTUNA

Jesús Martínez Tessier, Jorge M. Reverte y Javier Reverte Aguilar. Madrid, 2001 290 páginas. 15,63 euros

Tessier tenía poco más de 20 años cuando la guerra. Era alto, guapo, fuerte y optimista. Tenía un bonito trabajo. Iba a conquistar Madrid, como quien dice. Poco imaginaba que acabaría participando en su defensa. La guerra civil había estallado y el jovencito de derechas se vio de pronto enrolado en la brigada de El Campesino: '¿Qué es aquello que reluce / en lo alto de aquel cerro? / La Brigada de El Campesino / que viene rompiendo el fuego'. Y cantando. La confusión fundamental que con él cometió la vida no fue meterle en la trinchera de la izquierda, siendo de derechas. La confusión fundamental es que iba a ser feliz y se vio hecho un desgraciado.

La constatación de esta amargura fundacional aparece una y otra vez en el libro. Se veía en el dancing, con la novia, pero estaba tumbado en la hierba junto al capitán Cirilo. Conversaban. El capitán acababa de matar a un cura. 'Me contó que él había comenzado su carrera matando a su propio abuelo.

-Baje usted, abuelo, que tengo algo para usted.

-No hijo, que me vas a matar.

-Que baje usted, abuelo, que le traigo un recado de los aparceros que ha explotado tantos años -y añadió: cuando bajó le metí por el estómago una navaja cabritera'.

La escritura es buena. Puede que hayan intervenido los herederos. Hay una mezcla habilidosa y convincente de tiempos y de registros, sostenida por esa carta al hijo con el que Tessier justifica -algo hay que decir- su necesidad de explicaciones. Consigue acabar con la guerra civil. Y también con los primeros pasos de su alistamiento en la División Azul. De pronto se para y dice que no puede seguir. Hay dudas de si está en las riberas del Vóljov, exhausto y cubierto de nieve o frente a la Olivetti Línea 98. El caso es que escribe: 'Adiós, Jorge. Cumplido mi encargo', y al lector le suben las lágrimas secas que nunca le arrancaron la impostura amanerada de otros soldados.

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