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Reportaje:

La patria y el pupitre

Una exposición recrea en Almería las escuelas de la posguerra

'Estudiar es ya servir a España', reza uno de los carteles con los que se adornan las paredes de una simulada escuela de la posguerra española, recreada, con objetos de la época, en una de las dependencias de la Residencia Ana María Martínez Urrutia de Almería. Presidiendo el aula, un crucifijo y a ambos lados de éste una fotografía de Francisco Franco y otra de José Antonio Primo de Rivera.

En la puerta de acceso a la clase otro cartel con el santo y seña de los escolares: 'Ave María Purísima. Sin pecado concebida'. Era, como recuerda una circular educativa de la época, incluida también en esta exposición, 'una piadosa y españolísima' frase de obligatorio uso.

La idea de mostrar cómo eran las aulas en tiempos de la dictadura responde a la inquietud personal de Ángel López, un inspector de Educación que en 1991, debido a su trabajo, comenzó a tener un contacto directo con las escuelas rurales de la provincia almeriense. A través de los años se fue encontrando con pupitres arrumbados, pizarrines olvidados en cualquier rincón y antiguos mapas del mundo que acumulaban polvo en viejos inmuebles que antaño fueron escuelas.

Con la paciencia de un coleccionista tenaz y la ilusión de recuperar para la memoria colectiva lo que para las gentes de su generación era un recuerdo vivo, Ángel López empezó a reunir todo el material que iba encontrando por los pueblos almerienses. Algunos elementos del mobiliario que se muestran en esta exposición han llegado a ser rescatados de estercoleros. Otras piezas, como cuadernos de trabajo de alumnos o la inevitable fotografía del estudiante de turno sentado en su pupitre con el mapa de España de fondo, han sido cedidas por personas que pasaron por aquellas escuelas nacionales.

No faltan decenas de ejemplares de libros de texto, desde la famosa Enciclopedia Álvarez o el Catón hasta libros de Agustín Serrano de Haro con títulos amoldados a la ideología del momento como Yo soy español para la asignatura de Historia y Un regalo de Dios para Ciencias Naturales. Para compensar la línea educativa de las escuela de la posguerra, Ángel López se ha permitido incluir en las estanterías del aula ejemplares pertenecientes a los años que precedieron a la contienda civil, como La última enciclopedia escolar de la República. En esa línea se encuentran también la cartilla escolar y la cartilla aritmética antifascista.

Un recorrido por la exposición permite también observar las claras diferencias que se establecían entre niños y niñas. Las cartillas de escolaridad de ellos eran azules. Las de ellas, rosas. De los niños se decía: 'El aplicado aprende mucho y el estudioso merece premios'. De las niñas, empujadas a aprender a bordar o coser para ser 'mujeres de bien', se destacaba: 'La humilde encanta a su maestra y la niña religiosa es encantadora'.

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La recreación de este aula pretende convertirse en una muestra permanente gracias a la iniciativa de Carlos Garriga, el director de la Residencia Ana María Martínez Urrutia, quien pretende establecer un horario de visitas. 'Uno de los principales objetivos de esta exposición', concluye Ángel López, 'es rendir un humilde homenaje a todos los maestros de aquellos años que tanta hambre y tantas penurias pasaron'.

Ángel López, inspector de educación y promotor de la exposición.
Ángel López, inspector de educación y promotor de la exposición.FRANCISCO BONILLA

Leche en polvo y rojos 'indeseables'

La posguerra no fue una época de muchas alegrías para los estómagos de la mayoría de los españoles. Pese a todo, los niños pudieron durante años engañar un poco el hambre gracias a la generosidad de los estadounidenses. Concretamente, gracias a un tal señor Marshall que hacía posible que cada día pudiesen tomar en la escuela lo que por entonces se denominó el 'complemento alimenticio'. Es decir, 25 gramos de leche en polvo que, disueltos en agua, se convertían en un cuarto de litro de leche. Una fotografía fechada en el municipio almeriense de Sorbas en 1962 muestra al maestro repartiendo la leche en polvo del Plan Marshall entre sus alumnos. Una circular de las autoridades educativas de la época recuerda que ese 'complemento alimenticio' no debe en ningún caso suministrarse fuera de la escuela ni ser objeto de comercio. La exposición muestra, además, otras significativas pinceladas de la ideología que regía el sistema educativo de la época. Un ejemplo es la carta oficial que recibió un aspirante a ingresar en el cuerpo de maestro. Su solicitud fue denegada, entre otros argumentos, 'por haber pertenecido durante el Movimiento a las Juventudes Socialistas Universitarias y a la Federación Universitaria de Estudiantes, haber sido teniente en el Ejército Rojo, estar clasificado como desafecto al Régimen y ser indiferente a la religión'. Aquella educación en la que la escuela se concebía como un vehículo para formar a ciudadanos serviles a Dios y a la patria quedó relegada al recuerdo con la llegada de los nuevos aires democráticos. Pero de aquello no hace tantos años. Quizás por eso resulta aún más interesante el ejercicio de memoria y reflexión que propone esta exposición.

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