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La Bienal también celebró sus propias 'raves'

Hay raves y raves de baja intensidad. Las raves urbanas de Valencia son más post-industriales y punks, de esencia más anarca. Su escenario es la parte más desasistida de la ciudad, bien pueda ser una casa okupa -de hecho, estas fiestas okupan los espacios- una factoría que cae, un autobús o un cuartel militar abandonado. Carecen de todo tipo de permisos, su infraestructura es mínima, y el sonido no supera los 4.000 watios. Por regla general no suelen cobrar entrada, y generalmente cuentan con pinchadiscos muy militantes. Pero la moda de crear una discoteca fuera de la discoteca ha llevado a la plasmación de otro tipo de fiestas electrónicas bastante menos radicales. Son raves de baja intensidad, con locales alquilados, que, según algunos de sus organizadores, pueden contar con seguro de responsabilidad civil. Incluso con participación administrativa. De hecho, la Bienal de Valencia montó dos raves recientemente. También se han realizado en la explanada del IVAM, en Sueca, y como clausura de la Mostra de Teatre de Mim. La Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana, por su parte, ha celebrado raves en un desguace. En Llíria, Sagunto -en la nave siderúrgica abandonada donde Irene Papas interpretó Las Troyanas-, o Vila-marxant se celebran raves con varias pistas y exhibiciones artísticas. Son fiestas muy organizadas que han congregado hasta 3.000 personas que pueden pagar de 1.000 a 2.000 pesetas en la puerta.

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Fiestas ilegales en el punto de mira
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