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Columna
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Mediterránea

Estos días se han reunido en Bruselas los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea y de doce estados o demarcaciones de la orilla sur del Mediterráneo. En el principio fue el proceso de Barcelona que después se decidió reactivar en Marsella en noviembre de 2000. El último punto y aparte se dará en Valencia cuando, en abril de 2002, vuelvan a reunirse los representantes de los países de la cuenca mediterránea para profundizar en la colaboración euromediterránea. Se pretende consolidar, tanto los intercambios bilaterales entre los territorios, como la conformación de una política regional que vaya más allá de las buenas intenciones. Valencia tendrá la oportunidad de ser, por unos días, la capital mediterránea, porque en las orillas de este mar se conforma y se embebe de la pluralidad. El Mediterráneo en Valencia será más que nunca encrucijada, una suma interminable de casualidades, de accidentes, de éxitos repetidos. Y una oportunidad así no la podemos dejar pasar.

El pasado mes de mayo Marruecos, Egipto, Túnez y Jordania se comprometieron, en la declaración de Agadir, a crear entre sí una zona de libre comercio. No es nada definitivo, pero se da un primer paso, al que más tarde se sumarán, sin duda, otros países reticentes. Se trata, pues, de dar forma a una próxima área euromediterránea de libre comercio, donde la Unión Europea está involucrada por intereses geoestratégicos y en la que se tendrá que volcar mediante la aportación de su dilatada experiencia en cómo se liberaliza el comercio. Hasta ahora, los países de la orilla sur del Mediterráneo han constituido una diversidad de pequeños mercados en los que los intereses valencianos se han movido, con la especial afinidad de quien comparte modos y hábitos comerciales que esencialmente no le son extraños.

Los males y los bienes para el litoral de la Comunidad Valenciana han llegado por vía marítima. Desde los flujos culturales, intercambios comerciales, invasiones y los aportes de innovaciones, encontraron en el mar su natural medio de comunicación. Berberiscos, piratas, fenicios, romanos y árabes desembarcaron en nuestras costas por mar. Este aporte beneficioso, más en la Comunidad Valenciana que en ningún otro sitio, se abre por el mar. Significa la esperanza de libertad y el abrigo que la apertura marinera ofrece en tiempos de persecución e intransigencia.

Ya que esta es una realidad imparable, la inteligencia y el sentido común aconsejan aprovechar las ventajas. Sin olvidar, por supuesto, la posibilidad de penetrar en el entramado comercial del norte de Africa, donde las empresas valencianas tienen considerables oportunidades. Los intereses valencianos, cuando observan que sus mercados tradicionales flaquean, han de contemplar las ventajas de un horizonte de compenetración. Es probable que, por razones de proximidad e inteligencia, contribuya a que el mar Mediterráneo, en vez de una barrera de aguas azules, vuelva a ser plataforma de progreso y de intercambio para los países que a él se asoman.

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