_
_
_
_
LA CRÓNICA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vuelve el Mosca

- Máquinas. Una excursión divertida consiste en coger e irte un primer domingo de mes al aeródromo de Cuatro Vientos, en Madrid, donde la Fundación Infante de Orleans realiza una exhibición aérea con aviones antiguos. Allí me entero de que la fundación pretende adquirir por suscripción popular un Polikarpov I-16. Son 50 millones de pesetas. El Polikarpov I-16 es, guau, el Mosca, el avión emblemático de la República. Un avión repleto de metáforas. Lo que aquí sigue son unos cuantos gramos de metáforas. Las máquinas son metáforas. Por eso, a todo el mundo le gustan las motos, una máquina en la que sientes el calor de tu amor a tu espalda. Un misil Tomahaw también es una máquina. Sirve para eliminarte a ti y, ya puestos, a tu moto y a tu amor. Hay máquinas con historias bellas y máquinas terribles.

La Fundación Infante de Orleans se propone comprar por suscripción un Polikarpov I-16, emblema aéreo de la República

- Piccolo fuori, e dentro... Primera metáfora de esta máquina: su ingeniero, Nicolái Polikarpov, un crack de la aeronáutica, que estaba purgando una purga estalinista cuando se le aprobó el proyecto. Para poder sacar de chirona a un compañero, le hizo firmar con él los planos del avión. Segunda metáfora: Stalin en persona aprobó el proyecto con la frase: '¿Necesitamos ese avión?', que fue contestada por el entorno con un: 'Absolutamente, camarada'. Y hala. Tercera metáfora: este avión fue el primer monoplano de caza, el primero en tener tren de aterrizaje plegable y el primero en tener una cabina cerrada. Además era bello y simpático. Simpatía: unos meses después de su presentación, el Mosca frenaba al fascismo en España y a los japoneses pre Xin-Shan en China. Años más tarde, completamente desfasado, fue el primer avión que se enfrentó a los alemanes en cielo soviético.

- Mientras, en España... El 9 de noviembre de 1936, los malos iban, como cada día, a bombardear a la población civil de un Madrid abandonado y deprimido. Cuando, de pronto, pasó algo extraordinario: aparecieron unos aviones nuevos que impidieron el bombardeo. Los pilotos alemanes e italianos, que no podían concebir que otro avión les atacara desde arriba -el Polikarpov I-16 podía volar a 5.000 metros tranquilamente, algo insólito-, decidieron que les atacaban por abajo. Como las ratas. Y le llamaron Rata. En el bando republicano, se les llamó Moscas, traducción al chiquistaní de la palabra mokva, que aparecía en las cajas en las que venían embalados. Los primeros pilotos fueron soviéticos. Pero en pocos meses sucedió algo extraordinario. La República formó en la URSS a jóvenes pilotos españoles. Por segunda vez en la historia -la primera vez fue la Escadrille La Fayette-, hombres que no procedían de una élite social pilotaban un avión. En este caso, el mejor avión del mundo.

- Las máquinas son (una metáfora) de quien las trabaja. De pilotos como José María Bravo, el joven de 18 años que pilotó un Mosca con numeración CM-193 y una ficha de dominó pintada en la cola al lado de la tricolor. El Mosca que quiere comprar la fundación, un Mosca reconstruido en Nueva Zelanda con restos soviéticos, ha sido pintado con esa numeración y esos emblemas. Posiblemente porque José María Bravo es una metáfora. Me voy a verle a su domicilio madrileño. Pom-pom. Pase. Accedo a un comedor con fotos de Moscas y una foto de su escuadrilla. Jóvenes de menos de 20 años, riéndose de la luna, alguno con el brazo vendado. Casi todos murieron en combate. Bravo me cuece con vodka a la pimienta, y me explica su vida. Hijo de ferroviarios, nació en Madrid, en 1917. Se educó en el Instituto Escuela -una región de la Institución Libre de Enseñanza-. Su primo escaló el Naranjo de Bulnes. Alfonso XIII le llamó por teléfono y le dijo: 'A ver cuándo me llevas a la montaña'. El primo de Bravo contestó: 'Yo no voy a la montaña con hijos de puta'. Esa tarde se exiliaba en Nueva York por piernas. Allí fundó la mejor librería española en América. Sus fondos, descomunales, los vende por correo la librería Renacimiento, de Sevilla. O sea, que tengo algún libro de su primo. Empezó a volar en aeroplanos que se lanzaban al aire con gomas elásticas. Inició los estudios de ingeniería. Empezó la guerra. Para poder pasar el examen médico para piloto, fingió que era marica. Con amaneramientos pudo taparse la cicatriz del apéndice -existía el rumor de que quien tuviera una cicatriz en el tronco, sería rechazado-. Se formó en la URSS. Seis meses. Un piloto soviético tardaba tres años. Volvió a España. En su primer combate vació el cargador de la ametralladora. No sabía a quién disparaba. Volvió con el avión hecho un colador. Él y sus amigos impidieron que Madrid cayera en un plis-plas, se emplearon contra el fascismo en la batalla del Ebro, defendieron Cataluña y -tenían 20 años- los domingos volaban con esmoquin y sombrero de copa. Salió de España a pie. Estuvo concentrado. Empezó otra guerra. Fue guerrillero en la Ucrania ocupada. Junto con otros españoles acabó en una escuadrilla soviética. Un día tuvo que escoltar a un jefazo hasta Teherán. Ese jefazo era Stalin. Y lo de Teherán resultó ser la Cumbre de Teherán. Y así hasta que me pimplo el vodka con pimienta que, por cierto, entra muy bien, pero sale muy mal. Pueden dar sus donativos para comprar el Mosca de Bravo en la dirección www.fio.es/fio_2001.htm. Por lo visto, los donativos que están llegando provienen fundamentalmente de Cataluña. Si quieren ver el avión de Bravo volando, váyanse inmediatamente a www.polikarpov.co.nz

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_