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A PIE DE OBRA
Columna
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¿Quién teme a Neil LaBute?

Marcos Ordóñez

Neil LaBute es un dramaturgo americano que dará que hablar. De hecho, ya está dando que hablar: es uno de los más reconocidos enfants terribles del Off-Broadway y del cine independiente, bendecido por la crítica (inglesa y norteamericana) y que ha conseguido algo tan difícil para los jóvenes americanos de su generación como estrenar, dos temporadas seguidas, en el Almeida, el teatro más prestigioso de Londres. LaBute, de origen canadiense y de religión mormona (lo cual es bastante singular), tiene 35 años y ya ha rodado cuatro películas -In the company of men, su debut, premio de la crítica de Nueva York; Your friends and neighbours; Nurse Betty (presentada en el festival de Cannes), y Possession-. Con The shape of things (2001), LaBute lleva siete obras estrenadas, las cuatro primeras en circuitos alternativos. En 2000 presentó Bash en el Almeida, que en 1999 había estrenado en el Douglas Fairbanks Theater, en Nueva York; son tres piezas en un acto terroríficamente duras, tres 'tragedias contemporáneas' sobre el mal en estado puro.

La pieza es una comedia negra brillantísima que gira en torno a los límites del arte contemporáneo
'The shape of thing' se verá en Broadway esta temporada. Y debería verse también aquí

The shape of things (La forma de las cosas) ha sido la sensación de la temporada en Londres, en buena medida por su reparto, compuesto por jóvenes estrellas de Hollywood (Rachel Weisz, Paul Rudd, Gretchen Mol y Frederick Weller), pero sobre todo por su capacidad polémica, como el teatro en lengua inglesa no conocía desde la Oleanna de Mamet.

La pieza, que durante meses ha abarrotado la nueva (e incomodísima) sede del Almeida en King's Cross, es una comedia negra brillantísima, soberbiamente construida y dialogada, que gira en torno a los límites del arte contemporáneo, aunque su tema básico (reminiscente de In the company of men) es la manipulación de las relaciones humanas.

Sus protagonistas son cuatro adolescentes, Evelyn, Adam, Jenny y Philip, de una pequeña ciudad americana de provincias. Adam es un joven estudiante, inteligente y sensible, que sólo vive para los libros y no tiene el menor éxito con las mujeres. Jenny y Philip son sus mejores amigos. Para pagarse los estudios, Adam trabaja como vigilante en un museo de la ciudad, donde conocerá a Evelyn, la chica de sus sueños (guapa, rebelde, imprevisible, 'artista'), cuando ésta se dispone, con toda tranquilidad, a pintar con un aerosol una enorme polla sobre la hoja de parra que cubre las vergüenzas de una escultura. Como responsable de la sala, Adam intenta evitar que Evelyn pinte el graffiti, pero ella acaba convenciéndole de que su acción es una 'intervención artística', una respuesta al conservadurismo de su ciudad.

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Al final de esa primera escena, Adam ya está completamente fascinado por el perfil rebelde de Evelyn: le dice que nunca ha conocido a nadie como ella, la invita a cenar y acaban en la cama. Antes de acostarse juntos, Evelyn insiste en filmar el encuentro con una cámara, porque dice que le excita mucho más. Adam, embobado, acepta.

Asistimos, poco a poco, al proceso de reeducación de Adam, que, a instancias de Evelyn, comienza a cambiar físicamente. Cambia de vestuario, sustituye sus gafas por lentillas, adelgaza, acude a un gimnasio e incluso se somete a una operación de cirugía estética para reducir el tamaño de su nariz. Adam se siente un hombre nuevo, fuerte, atractivo, y con una novia espléndida, 'moderna' y rompedora. Tan seguro de sí mismo se encuentra que no tarda en producirse una fuerte corriente de atracción entre Adam y Jenny, la novia de Philip.

En el último tercio de la función, Evelyn, que ha descubierto su liaison con Jenny y se la ha revelado a Philip, lo que ha provocado la ruptura de la pareja, exige a Adam, como muestra de amor hacia ella, que rompa definitivamente con ambos. Adam accede, y en la penúltima escena se ven los tres por última vez, en la sala de conferencias, atiborrada de público, donde Evelyn va a presentar su trabajo de licenciatura en arte.

En un discurso de una frialdad entomológica, aterradora, Evelyn revela que su trabajo es una 'escultura humana'. Eligió a un hombre al azar (Adam, naturalmente) para enamorarle y así poder 'modelarlo' a su antojo. Mientras habla, Evelyn va mostrando diapositivas del antes y el después de Adam: sus ropas, su rostro con y sin gafas, antes y después de la operación de cirugía estética; los vídeos de ambos haciendo el amor, etcétera. Evelyn acaba su larga exposición manifestando que no siente remordimiento alguno, que no cree en nada salvo en el arte y que un artista ha de pasar por encima de todo para realizar su obra. Philip y Jenny abandonan la sala de conferencias entre espantados y asqueados.

La última escena es un careo entre Adam y Evelyn, una vez concluida la exposición, donde Adam, furioso pero con la cabeza fría, desmonta, en nombre de la ética y la sinceridad, los argumentos vanguardistas de Evelyn. Ella le dice que debería estar contento: antes no era nada, nadie se fijaba en él; gracias a ella, se convirtió en una persona deseable, conoció el amor y el sexo.

'De acuerdo', replica Adam, 'yo pasé un buen rato contigo, follé, me enamoré, y tú has conseguido tu licenciatura. Los dos conseguimos lo que queríamos ¿no? Pero hazme un favor: no te engañes a ti misma diciendo que esta jodida broma enferma es arte, porque no lo es. Cualquiera puede ser provocativo. Cualquiera puede, pongamos, beberse una meada o desnudarse y pintarse de azul y correr por una iglesia gritando los nombres de la gente que se ha tirado, y lo más probable es que salga en la CNN. Tú estás a dos pasos de coger a bebés, convertirlos en lámparas y llamar a eso instalación. Para que el arte exista, tiene que haber una línea, una línea que no se puede cruzar... La línea que separa la expresión verdadera y la simple y neurótica necesidad de llamar la atención'.

The shape of things se verá en Broadway esta temporada. Y debería verse también en nuestros escenarios: pocas veces ha alcanzando la comedia juvenil un nivel tan incisivo. Retengan este nombre: Neil LaBute

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