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Reportaje:Los Juegos de 2008 | OLIMPISMO

"Fui yo quien hizo perder a la candidatura de París"

El empresario André Guelfi, implicado en los sobornos de la petrolera Elf, dice que para vengarse de Chirac inclinó a 20 miembros del COI a votar a Pekín

El pasado 13 de julio, en Moscú, le delegación francesa que acompañaba la candidatura de París para organizar los Juegos Olímpicos de 2008 descubrió de golpe que ganar no dependía en modo alguno de presentar el mejor informe. Que Pekín era la favorita no era un secreto para nadie, pero París esperaba dar la sorpresa. Y la dio, pero al revés, al obtener sólo 18 de los 105 votos posibles. ¿Qué había pasado para que incluso Toronto, con 22, quedase por delante de la capital francesa?

'Fui yo quien hice perder a París', declaró ayer ante las cámaras de Canal + Francia el empresario André Guelfi, 'porque hay 20 personas del COI a las que conozco bien y a las que pedí que votasen por Pekín. Quería darle una lección a [Jacques] Chirac'. La irritación de Guelfi contra el presidente de la República Francesa data de 1997, cuando tuvo que pasar 36 días en la cárcel por sus implicaciones en asuntos turbios de la petrolera Elf. 'Llamé al palacio del Elíseo para que interviniese ante el juez instructor, pero Chirac dijo que no conocía a nadie llamado Guelfi'. Lo malo es que ese desconocido, en 1986, puso en pie una fábrica de calzado en la circunscripción electoral de Chirac a petición de este último y que entre 1986 y 1988 la compañía de aviación Euralair recibió unos 25 millones de pesetas de Guelfi abonando las facturas de viajes del luego desmemoriado Chirac.

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Pagar viajes es una costumbre en Guelfi, que es propietario de varios jets privados y ha vivido durante años en Lausana, sede del Comité Olímpico Internacional (COI). Juan Antonio Samaranch, presidente de dicho organismo hasta el pasado mes de julio, se ha desplazado en numerosas ocasiones en los aviones de su vecino, con quien le une una larga amistad, consolidada en 1980, durante los Juegos Olímpicos de Moscú, cuando la exclusiva publicitaria de este evento fue para una sociedad de la que Guelfi era socio importante. Ésa es al menos la versión que éste ha dado a la prensa para explicar su profundo conocimiento del ya ex presidente y de muchos miembros del COI.

'Guelfi estaba en Moscú el 13 de julio' admitió ayer Claude Bébear, presidente de AXA, el primer grupo asegurador del mundo, y también del comité de la candidatura de París, 'y tuve que pedirle a Jean Claude Killy [el ex esquiador y miembro francés del COI] que hablase con Guelfi para que dejara de difamarnos y de reclamar el voto para Pekín'. Bébear lamentó también que 'Samaranch jugase un papel activo en el resultado insistiendo contantemente a favor de Pekín'.

Vista la composición del COI, al que ahora se ha incorporado un hijo del propio Samaranch, parece obvio que el poder de convicción del ahora ex presidente sobre su familia olímpica debía de ser importante. Y lo sucedido y evidenciado en Salt Lake City -varios miembros del COI aceptaron sobornos de la ciudad estadounidense- ha probado que dicha familia no es incompatible con la corrupción.

¿Qué valor tienen las palabras de Guelfi? Él dice haber querido 'vengarse' de Chirac, impulsor, junto con su sucesor en la alcaldía de París, Jean Tiberi, de la candidatura de la capital. La responsabilidad del pésimo resultado recayó, sin embargo, sobre el nuevo regidor, el socialista Bertrand Delanoë, y en el primer ministro, Lionel Jospin, que viajó a Moscú, algo que Chirac no hizo.

En cualquier caso, ¿por qué los miembros de COI debían atender a la extraña demanda de Guelfi? La única explicación estaría en deudas contraídas por esos 20 directivos olímpicos, ya fuese de agradecimiento por haber disfrutado de billetes de avión gratuitos, ya por haber participado en las suculentas ganancias en algunos de los múltiples negocios de Guelfi en América, África y Asia.

André Guelfi, en una fotografía de junio pasado.
André Guelfi, en una fotografía de junio pasado.AP

'Dedé la Sardina', siempre en el ojo del huracán

A sus 82 años, los amigos llaman a André Guelfi con el alias cariñoso y un poquito burlón de Dedé la Sardina porque hizo sus primeros millones congelando pescado en alta mar. De origen corso, nacido en Marruecos, amigo y socio de Horst Dassler, el fundador de Adidas, Guelfi es hotelero -tres grandes palaces parisienses han pasado por sus manos-, promotor inmobiliario -su nombre aparece asociado al del nacionalista corso François Santoni, recientemente asesinado, en un proyecto de urbanización de 800 hectáreas de la bahía de Figari-, propietario de 128 inmuebles en París y, sobre todo, intermediario. En el Gabón de Omar Bongo, en la Venezuela de Andrés Pérez, en el Uzbekistán de Islam Karimov, Dedé la Sardina negocia las inversiones de la petrolera Elf, va y viene, se embolsa comisiones de 750 o 1.300 millones de pesetas: 'No todo era para mí. Había una parte que regresaba al donante'. En Uzbekistán el escándalo estalló porque los 1.250 millones de pesetas fueron pagados en vano, porque no hubo petróleo. 'Yo aún perdí más. El presidente Karimov me había prometido un 3% del precio de cada barril de crudo extraído', asegura Guelfi. En cada caso, el mecanismo tiene sus particularidades, pero normalmente la fórmula seguida era una transferencia de dinero a favor de algún personaje del país del que se quería extraer el petróleo. Esa cantidad circulaba a través de alguna sociedad de Guelfi radicada en un paraíso fiscal y sólo una parte -la mitad, el 25% o menos- llegaba a su destinatario oficial. El resto se lo repartían entre Guelfi y algunos de los dirigentes de Elf, que para eso tenían cuentas abiertas en Suiza, como es el caso de Alfred Sirven, André Tarallo o Loïk Le Floch-Prigent. Y de ahí que a Guelfi le persiga la justicia por 'estafa', 'blanqueo de dinero' y 'falsificación de documentos'. En el caso Ertoil, en la venta de la refinería de Leuna a Elf, también aparece el apellido Guelfi, asociado a la caída de Helmut Kohl. A partir de 1993 y del cambio de presidencia de Elf, la petrolera deja de servir de caja negra de la República, de patrocinar políticos sin cargo, corromper dictadores o pagar pisos de lujo a la autobautizada puta de la República, una Christine Deviers Joncour amante de Roland Dumas, antiguo ministro de Exteriores y presidente del Consejo Constitucional. El nuevo jefe de Elf, Philippe Jaf-fré, decide cortar con todo eso y pasar de los servicio de la sociedad offshore de Guelfi. 'Yo la había puesto al servicio de Elf. Ellos me enviaban un dinero y yo les devolvía otra cantidad. A veces no ganaba nada, sólo el reforzar contactos en Rusia y en otros lugares para más tarde conseguir contratos de 100 millones de dólares ', alega Guelfi, que hoy no vive en Suiza ni en Francia, sino en Malta, en una mansión con una gigantesca piscina en cuyo fondo hay dibujado, en cerámica, un fusil.

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