Dios dirá

Hay que dar la enhorabuena a Dios y a Piqué. A Dios por haberse quitado de encima a la profesora de Religión cuya vida privada no le dejaba dormir, y a Piqué por deshacerse de un fiscal que se había tomado en serio su deseo de comparecer ya mismo ante los tribunales. Quienes tengan dudas sobre la racionalidad de la medida religiosa pueden leer la pastoral de monseñor Gea, en la que asegura que tan absurdo es que una adúltera dé clases de Religión como que un talibán dé lecciones de democracia. La comparación es especialmente oportuna si tenemos en cuenta que cada es día es mayor, como todo el mundo sabe, el número de los talibán que pretenden impartir esa asignatura, cuando lo lógico es que se dediquen a la enseñanza de la Religión, que es lo suyo. Ahí los tienen, sin embargo, haciendo cola para exponer al mundo las ventajas del sufragio universal. Los reflejos del obispo de Mondoñedo-El Ferrol (del Caudillo, por supuesto) han estado a la altura.
Igual que los de Cardenal para explicar el traslado forzoso de Bartolomé Vargas, que no hacía más que perder el tiempo investigando enriquecimientos ilícitos, alzamientos de bienes y cosas semejantes, cuando lo habían puesto ahí justamente para que desinvestigara. Por fortuna, ya está cada uno en su sitio: Resurrección Galera en el paro y el fiscal desafecto en un sótano. Los ciudadanos podemos respirar. Sólo falta convencer a los talibán de que lo suyo no es la democracia, sino la catequesis. Voto por encomendar esa misión diplomática especialmente delicada a Fraga, que ha conseguido convencerse a sí mismo (pese a lo terco que es para admitir cualquier opinión, incluso suya) de que está luchando por evitar que la gerontocracia se instale en el Gobierno de la Xunta. Nunca habíamos disfrutado de tanta racionalidad.
Dentro de varios siglos, cuando la Iglesia admita el divorcio como admitió en su día la Ley de la Gravedad, no faltará quien le recuerde el caso de Resurrección Galera, del mismo modo que a Cardenal le recuerdan aún sus ideas anticonstitucionales de toda la vida. ¿Pero a quién preocupa eso? Lo importante es tener razón ahora. Mañana, Dios dirá (y nunca mejor dicho lo de Dios dirá: no para).
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