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Reportaje:

Los Budas de Francia

La justicia ordena a la policía que dinamite la enorme estatua de una secta

Para Christine Amory, presidenta de la secta del Mandarom, el hecho de que ayer la justicia francesa comenzara a poner en marcha el derribo de la estatua -33 metros de altura- del fundador, Gilbert Bourdin, el creador y profeta de su religión, conllevará inevitablemente el que, 'a partir de ahora, Francia viva bajo un mal karma'. La orden definitiva de destrucción fue dictada por el tribunal de Digne y ratificada por el de apelación, en Aix-en-Provence, hace ya más de un año, pero los sectarios, los 'omistas', se negaban a hacerlo. De ahí que ayer entrasen en el recinto de Castellane -sureste de Francia- más de cien policías para proteger a los técnicos encargados de triturar las 1.100 toneladas de cemento armado que representan a Bourdin, alias Hamsah Manarah, en toda su majestad.

'El Estado francés hace con nosotros lo mismo que los talibán con las grandes figuras de Buda'

Esta disneylandia religiosa lleva instalada en Castellane desde 1969 y tuvo su momento de máxima gloria en 1995, cuando eran más de 2.000 los 'caballeros del lotus de oro'. Hoy sólo viven en el lugar 25 devotos de un total desconocido pero que no debe superar las 400 personas. Bourdin, antiguo funcionario de Finanzas fallecido en 1998, levantó su 'parque temático' a base de expoliar a los adeptos, que le entregaban importantes sumas de dinero a cambio de poder escuchar su palabra, tan pronto lanzada a una virtuosa operación de síntesis entre budismo, cristianismo e hinduismo como narradora de sus batallas 'como mesías cosmoplanetario capaz de derrotar a millones de demonios, lémures y atlantes venidos de otras galaxias'.

La modestia nunca fue la principal cualidad de Bourdin, que quiso que su estatua coronase uno de los templetes estilo pitufo con los que llenó la montaña y que fuera más alta que la de Buda, Jesucristo o la Virgen. Al margen de su condición de verruga en medio de un paisaje idílico, los 33 metros de hormigón se habían erigido sin permiso y sin tener en cuenta que la zona presenta un alto riesgo de terremoto. Para Amory, 'el Estado francés se comporta como un Estado terrorista. Hace con nosotros lo mismo que los talibán con las grandes figuras de piedra de Buda'.

Mientras la presidenta del Mandarom atendía a la prensa y exponía las razones de su indignación, un grupo de sectarios, con cinta roja con espejos alrededor del cráneo y armados de campanillas, repetían incansables el sonido 'om', porque ése fue el primero que pronunció Dios y porque eso era lo único que les dejaba decir Bourdin cuando estaban en su presencia, que era la de 'la encarnación de Dios, algo que en Francia molesta', según acertado resumen de la situación elaborado por la señora Amory.

A lo largo de su breve historia, 'la ciudad santa del Mandarom Shabhasalem' ('montaña sagrada', en sánscrito) ha conocido todo tipo de problemas, desde la detención del propio Bourdin, acusado por antiguos sectarios de haberles violado, hasta una reciente denuncia del fisco por impago de impuestos y doble contabilidad. Bourdin, hasta que se decidió a 'abandonar su vehículo de carne humana', se preocupaba mucho por dar satisfacción a esa carne. 'A nosotras nos tenía sin comer ni beber, dejaba que nos debilitásemos, y luego abusaba de todas nosotras', declaró en su día una antigua adepta ante los jueces. 'La ciudad santa era su harén, su burdel particular', se atrevió a definir otra ex omista.

La primera denuncia contra Bourdin y su urbanismo de falla de hormigón se formuló en 1993, pero lo cierto es que el alcalde de Castellane le había extendido permisos de construcción que luego instancias superiores anularon. El alcalde no era el único político que le hizo favores.

Un concejal liberal respaldaba la implantación del Mandarom porque él era quien suministraba el cemento; un consejero regional gaullista también defendía a Bourdin porque él tenía los camiones que transportaban piedras, hierro y otros materiales; otro había votado a favor de que el departamento pagase el 50% del presupuesto de la carretera hasta el recinto porque era una sociedad de su propiedad la que la asfaltó, y un senador socialista, necesitado de votos, contactó a los sectarios para manifestar que él creía 'positiva la implantación de vuestro centro de piedad en nuestra región'.

Un miembro de la secta Mandarom intenta impedir el derribo.
Un miembro de la secta Mandarom intenta impedir el derribo.REUTERS

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