Indignación con Renfe y sus servicios regionales
Como usuaria de los trenes regionales, me considero totalmente discriminada. Utilizar este transporte los viernes en el trayecto Madrid-Villarrobledo y los domingos en sentido contrario se puede convertir en un verdadero suplicio. En los cuatro últimos trayectos he viajado en dos ocasiones de pie hasta Alcázar de San Juan -o sea, una hora y media-; otra vez, sentada en el suelo con mis niños -al igual que muchos viajeros-, y la última, en el vagón de bicicletas.
A esto hay que añadir que no puedes bajar al andén a ayudar a subir a tus padres mayores al tren, salvo que compres un billete (cosa que te comunican de muy malas maneras cuando intentas salir, y no al entrar, como debería ser), y aunque demuestres que tienes el ticket del aparcamiento donde has dejado el coche, no importa, te siguen tratando como si hubieses infringido la mayor de las normas. Para más incomodidad, tienes que depositar 25 pesetas en la puerta de un servicio que realmente está asqueroso, donde tu única preocupación es no tocar y no oler. Y por último tienes que pagar 600 pesetas por una hora y nueve minutos de aparcamiento, que lo debe de convertir en uno de los más caros de Madrid.
Ante esta serie de fallos y malas condiciones en el servicio, no tengo por menos que indignarme y sentir que Renfe no me trata bien.
