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Crítica:36º FESTIVAL DE JAZZ DE SAN SEBASTIÁN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Despegando con fuerza

Durante todo el día, el cielo donostiarra se mantuvo con una intranquilizante negrura que sólo podía presagiar lluvias torrenciales. Finalmente, y dado que no se trataba de fastidiar a nadie y menos al más veterano de nuestros festivales de jazz, todo quedó en simple amenaza. Los paraguas no se abrieron y la primera noche del Jazzaldia pudo celebrarse con toda comodidad y, como regalo tras el bochorno diurno, con una agradable brisa refrescando el ambiente. Así, con todo a su favor, la plaza de la Trinidad volvió a mostrarse como uno de esos lugares con un encanto muy especial para la música y la 36ª edición del festival donostiarra pudo despegar con la fuerza de una nave espacial dirigida hacia algún confín remoto.

Parte importante de la responsabilidad de que esa nave saliera propulsada a tal velocidad fue la presencia de dos hermanos de Filadelfia capaces de llevar a punto de ebullición hasta las audiencias más gélidas y distantes. Una plaza de la Trinidad completamente llena (y la ayuda nada baladí de una sonorización exquisita) no suele propiciar, precisamente, un ambiente frío; así que los Brecker Brothers salieron con mucho ganado y redondearon sobre el escenario una de esas faenas que tardan en olvidarse. Un concierto modélico, una auténtica clase magistral de jazz contemporáneo sin prejuicios y tan abierto al mundo como a su propio pasado.

Tras el apabulle de los Brecker, la presencia de Frank Sinatra Jr. y la Orquesta de Woody Herman fue tan superflua como innecesaria.

Los Brecker Brothers, juntos o por separado, contribuyeron de forma definitiva a sentar las bases del jazz eléctrico y con toques rockeros de los años setenta. Ahora, tras haber tocado el cielo en innumerables ocasiones, han regresado a lo básico con un quinteto totalmente acústico (eso sí, un quinteto de lujo: el pianista David Kikoski, el contrabajista Peter Washington y el batería Carl Allen) y una visión del jazz tan dirigida al estómago como a las neuronas. Del post bop sin complejos al funk acústico (incluso recuperaron alguno de sus éxitos de los setenta inteligentemente remozados) plagado de ese saber hacer que ha convertido a Randy y Michael Breker en dos referentes del jazz actual. Hacia la mitad del concierto, apareció Randroid, el otro yo de Randy, un cuasirrapero burlón y parlanchín que electrizó a un público que ya estaba electrizado.

La actuación de los Brecker supo a poco. Algo más de una hora de concierto no es suficiente para disfrutar de una maravilla así y más cuando les seguía una nadería revivalista que posiblemente en otro contexto (sin los Brecker delante) podría haber funcionado y en la Trinidad sólo quedó resultona.

Intereses comerciales

Woody Herman, un gran innovador de la música de big band, falleció en 1987 y Frank Tiberi prosiguió al frente de la banda. Mantener una formación así plagada de jóvenes valores ocupando pupitres de ilustre recuerdo sólo obedece a intereses comerciales lejanos a los intereses musicales que movieron a Herman en su tiempo. La big band no suena mal pero se hundió con una inmisericorde versión de Four brothers (tema emblemático de la orquesta de Herman) y sólo se salvó por el buen hacer saxofonístico de Tiberi en un aceptable Body and soul. Después, curiosamente, la misma formación (con algún refuerzo) sonó convincente arropando a Frank Sinatra Jr. Sin duda, los arreglos de la orquesta de Herman todavía les vienen grandes y, en cambio, los estándares del hijo de La Voz son bastante más asequibles.

Frank Sinatra Jr. (por cierto: cada vez se parece físicamente más a su padre) es un espléndido crooner con buen gusto para afrontar esos temas de toda la vida y ofrecerlos en versiones que, al no aportar nada nuevo, se convierten en entrañables desde el primer momento. Una técnica idónea para los casinos de Las Vegas o Atlantic City (donde habitualmente se mueve) que volvió a funcionarle en Donosti pero que, tras una exhibición hipervitamínica como la de los Brecker, supo a postre edulcorado y descafeinado.

Frank Sinatra Jr., durante su actuación en San Sebastián.
Frank Sinatra Jr., durante su actuación en San Sebastián.JAVIER HERNÁNDEZ
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