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Las pasiones nacionales

Sólo un día después de que el BCE sorprendiera con un recorte de tipos, la inflación nos devuelve a la cruda realidad. En términos armonizados en abril, la inflación francesa ha crecido seis décimas, la alemana cinco, la italiana y holandesa cuatro. De las cinco grandes, sólo la de España se ha mantenido estable. Como estos países suponen el 85% del total, una cuenta sencilla nos permite ver que la inflación de la zona euro crecerá el 3,0% en abril (desde el 2,6% en marzo), un punto más del límite máximo de referencia del BCE. Aunque la coincidencia en Europa de la bajada de tipos y del repunte de los precios parece sorprendente, y los analistas coinciden en la pasión nacional de criticar al BCE, creo que el análisis de datos y previsiones nos pueden ayudar a deshacer la aparente 'contradicción'.

Lo primero que uno debería hacer es mirar las causas de mal comportamiento de los precios. Es cierto que han vuelto a superar las previsiones, pero también lo es que los culpables ya habían sido identificados. Digamos que la mala suerte ha querido encadenar dos shocks negativos de oferta. Cuando en diciembre, los precios de los carburantes empezaban a dar un cierto respiro, la crisis por el mal de las vacas locas y de la fiebre aftosa vino a complicar los precios alimenticios. Abril no ha sido bueno. Los precios de los carburantes,que aún no habían recogido el fuerte descenso del crudo en diciembre, flexionan rápidamente al alza cuando la incertidumbre en Oriente Medio hace que el brent vuelva a 28 dólares el barril. Y los alimentos tampoco dejan de sorprendernos; los efectos de la crisis podrían superar a los del Reino Unido en 1996, con un aumento medio de la carne del 10%.

Identificados los culpables como 'elementos volátiles', parece razonable pensar que el alza es menos mala o menos persistente que si tuviera que ver con los precios de servicios o de manufacturas. El aumento de la inflación subyacente es sólo de una décima y éste es el primero de los puntos que apoya la decisión del BCE. Hasta el momento estamos ante un aumento transitorio, no permanente. El fuerte aumento tampoco parece haberse filtrado en la formación de otros precios. De hecho, el crecimiento de los salarios no está siendo alarmante en ningún país. La ausencia de cláusulas de revisión salarial (salvo en España, Bélgica y Luxemburgo), ha jugado a favor.

Pero si el aumento es transitorio tendrá que revertirse pronto. No vaya a ser que pase como con las disposiciones transitorias de algunas leyes, que duran más que la propia ley, o con los barracones prefabricados en los que estudié Economía en la Universidad Autónoma de Madrid, que todavía siguen allí. Las previsiones dicen que a corto plazo van a seguir las presiones, pero que cederán en los últimos meses de 2001. Hay dos factores que previsiblemente facilitarán la caída de la inflación de la zona por debajo del 2%. El primero es la estabilización del comportamiento de los elementos volátiles: ni la energía ni los alimenticios pueden crecer de forma indefinida a las tasas que lo han hecho. Los mayores descensos se notarán en junio y septiembre por un efecto escala, ya que en esos meses del año pasado los precios energéticos crecieron fuertemente y no es probable que se repitan. El segundo de los factores es la moderación de la demanda en un entorno de desaceleración. La zona no es inmune a la pérdida de vigor de la demanda, por mucho fuego que demos a los estabilizadores automáticos o confiemos en los efectos balsámicos de las reformas fiscales. Ahí está la clave. ¿Es posible que la inflación siga elevada si las economías industrializadas van a moderar su crecimiento? Creo que no.

Volviendo al BCE, permítanme una pedantería aprendida en aquellos barracones transitorios. La política monetaria no puede diseñarse en función de la inflación pasada, sino de las previsiones a 6-18 meses, pues ése es el tiempo que tarda la reducción de tipos en afectar a los precios. Los bancos centrales tienen claro el carácter preventivo; parece que algunos economistas lo ignoran.

En España sería un error encontrar sosiego en que el diferencial de inflación pueda caer medio punto en abril. Pero también lo es rasgarse las vestiduras y condenar toda la política económica porque tengamos el 4% de inflación. Recobremos la calma y la mesura. Perseveremos en lo que hemos hecho bien (consolidación fiscal y moderación salarial), intensifiquemos lo que hemos empezado (liberalización de mercados) y dejemos las pasiones nacionales para otros menesteres.

Fernando Fernández de Andés es director del Servicio de Estudios del BSCH.

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