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Crítica:ELEFTHERIA ARVANITAKI | CANCIÓN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Despistes helenos

Las primeras canciones del concierto eran una pista falsa. Eleftheria Arvanitaki anunció unas cartas y tenía otras en la mano. Nadie le puso pegas al despiste al que jugó la griega. Ni sus fieles seguidores españoles, ni la pequeña colonia de compatriotas que se hizo notar en primera fila con banderas blanquiazules.

La cantante dejó creer que bouzouki y clarinete iban a ser meros comparsas en el concierto y acabó utilizándolos como comodines salvadores en medio de una tormenta de electricidad.

Eleftheria Arvanitaki es la figura principal de una música griega ignorada por aquí hasta hace un par de años y puesta en circulación por el empeño de un animoso sello discográfico independiente. Esta vez no la acompañó en el escenario Ara Dinkjian, que sí en cambio está presente como autor de varias canciones en su nuevo disco, Emisión.

La ausencia del laudista armenio resultó premonitoria. La dirección artística se la trabaja Lemonidis, y, como resultado, los teclados campan a sus anchas con el refuerzo de una contundente batería que ha ganado protagonismo en relación a anteriores visitas.

En Arvanitaki hay cierta tendencia a invadir ese territorio artístico-comercial que los franceses llaman variedades. Y también a someterse, conscientemente o no, a presiones estilísticas foráneas. Llega a sonar a cantante de banda británica de hace unos lustros, hasta que en algún momento decide prescindir del andamiaje popero grandilocuente y deriva hacia las tabernas del Pireo con vistas al Bósforo.

Esencias

Recupera entonces la sinuosidad e incluso el dramatismo épico de sus antepasados: la energía de la rembetika, el estilo musical de los griegos expulsados de Turquía, encuentra feliz acomodo en su voz.

Cuanto más permite que afloren las esencias del Mediterráneo oriental más universal resulta Eleftheria Arvanitaki. No la favorece la querencia anglosajona. Y ya que algunas de las mejores piezas del Partenón se quedaron en el Museo Británico, los griegos harían bien en no cederles ahora su riqueza musical.

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