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LIDIA | FERIA DE ABRIL

Más que una vaca en brazos

Se puede ser malo pero no pesado. Se puede ser malo, o regular, o al revés, porque si natura no da Salamanca no presta (dijo el sabio) pero ponerse pesado es viciosa disposición merecedora de severas reprimendas. Y resulta que de esta guisa estuvieron los espadas de la terna. Más pesados que una vaca en brazos. Los tres. Acuden a un concurso de pesadez, y les dan ganadores a los tres, ex aequo.

¿Se pueden pegar seis tandadas de derechazos una tras otra, cada tanda de media docena de derechazos o más? Pues eso hizo Javier Castaño en el tercer toro. ¿Se puede estar pegando pases con el pico, hasta el hartazgo, ora a derecha ora a izquierda, a un toro de fija embestida y encastada nobleza? Pues eso hizo Dávila Miura con el segundo de la tarde. ¿Se puede estar pegando pingüís, manguzás, un conato de pinturería, otro de bizarra espera, venga citar a pie quieto, durante 10 minutos, sin decidirse a realizar -¡de una puñetera vez!- el toreo? Pues así hizo Víctor Puerto con el primero, con el cuarto, con el sobrero que lo sustituyó y con el sobrero del sobrero.

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Colofón torista

Porque saltaron a la arena dos sobreros con lo cual se produjo una de las noticias de la feria. En una plaza donde el público lo aguanta todo sin chistar, que de repente se oyeran protestas de creciente intensidad hasta el punto de inducir al presidente a la devolución de dos toros seguidos al corral, casi carece de precedentes. Claro que a lo mejor quienes protestaban eran los de Madrid.

Por esta tierra de María Santísima unos cuantos la tienen tomada con los de Madrid. No los sevillanos, que es gente sana dotada de sentido común, sino los que se han erigido (sin votación que lo justifique) en celosos custodios del tópico, y cada día de feria van dando la nota de su cursilería.

De manera que si se oye en la Maestranza una protesta se la atribuyen a los de Madrid, no importa que la voz de la protesta revele un cerrado acento andalú . El argumento consiste en que esta plaza es señorial y, por tanto, el público debe permanecer callado. Aguantando el fraude, si lo hay; pasando por carros y carretas. Sólo se admite -dictan los celosos custodios- mirar al compañero de localidad poniendo gesto de reprobación, y queda clara la censura. Hay que tener cuidado, sin embargo, con esto de las miradas. Según ciertas legislaciones, mirar a otro durante más de nueve segundos es acoso sexual. O sea, que ojo, pues así empiezan las peleas.

Protesta tras protesta, el cuarto Guardiola inválido volvió al corral, el primer sobrero del mismo hierro que apareció tullido, también, y el segundo sobrero, divisa Martín Lorca, padecía similares miserias corporales, pero este se quedó.

Se trataba de un ejemplar grandón, pelaje jabonero sucio. Tan sucio, que alcanzaba la categoría de guarro. Y, desarrolló una blandura y una sosería lamentables. Víctor Puerto se entretuvo con él porfiando pases imposibles, ensayando péndulos, marcando un viaje por la espalda. Y a mayor abundamiento, con una premiosidad de la que ya había abusado en su plúmbea primera faena a un torito de pitiminí.

El segundo Guardiola, en cambio, desarrolló bravura y fijeza suficientes para propiciar un triunfo a cualquier torero dotado de gusto y de temple, lo que no parecen ser las principales virtudes de Dávila Miura. El diestro muleteó muy voluntarioso, sufrió una voltereta al engendrar un pase de pecho y otra al entrar a matar, sin mayores consecuencias que la rotura de la taleguilla y dejar los pecados al viento. Con el quinto, que primero se comportó noble y luego borrego, no le vino tampoco la inspiración.

Javier Castaño, reciente alternativado que debutaba en Sevilla, se dedicó a pegar derechazos sin hondura ni ligazón a sendos guardiolas algo tardos y manejables, más unos pocos naturales de similar concepción, si bien trascendió el pundonor con que se empleaba en la tarea.

De novillero destacó Castaño por sus generosas entregas, que son estupendo vehículo para alcanzar las mejores metas en el arte de torear. Aunque no el único. La técnica y el gusto mandan. Y, con ellos, el sentido de la medida. Dicho sea en corto y por derecho: a los pegapases no hay quien los aguante.

Guardiola / Puerto, Dávila, Castaño

Toros de Salvador Guardiola Fantoni (devueltos uno titular y primer sobrero, ambos inválidos), de escasa presencia, flojos, en general manejables aunque la mayoría tardos en el último tercio; 2º, bravo. 4º, segundo sobrero, de Martín Lorca, jabonero, grande, inválido total. Víctor Puerto: pinchazo hondo caído y rueda insistente de peones (silencio); pinchazo bajo, estocada atravesada y descabello barrenando (silencio). Dávila Miura: estocada ladeada saliendo empitonado, descabello -aviso con retraso- y dobla el toro tras larga agonía (ovación y salida al tercio); bajonazo (silencio). Javier Castaño: estocada trasera a un tiempo, rueda de peones y dos descabellos (aplausos y saludos); estocada tendida y cuatro descabellos (aplausos y saludos). Plaza de la Maestranza, 4 de mayo. 15ª corrida de feria. Lleno.

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