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Bertrand Delanoë triunfa con "la audacia de la razón"

El alcalde electo de París pone fin a más de cien años de gobierno derechista con un estilo mesurado y respetuoso

La "izquierda plural" ha vivido las municipales como un rosario de decepciones (Estrasburgo, Toulouse, Blois, Avignon, Rouen, Aix, etc.) salpicado de algunas pocas alegrías (Ajaccio, Dijon, Arles, Auxerre) y dos enormes éxitos: París y Lyón.

En la capital francesa, Bertrand Delanoë ha logrado acabar con más de cien años de dominio municipal de la derecha. Es un triunfo personal pero también una derrota de la derecha, propiciada en buena parte por esa misma vertiente política, por sus divisiones, errores e incapacidad para librarse del alcalde saliente, el muy desacreditado Jean Tiberi. Esos enfrentamientos internos también explican el triunfo del candidato socialista Gérard Collomb en Lyón, la ciudad que pasa por ser la más burguesa de Francia.

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Bertrand Delanoë no lo tuvo fácil en su propio campo, entre los socialistas. En su contra pesaba un déficit de popularidad (Jack Lang y Dominique Strauss-Kahn, dos estrellas de la izquierda, opositaron al sillón de alcalde de París y quisieron desplazarle) el que durante cinco años hubiera abandonado la política para dedicarse a una empresa de comunicación, y su declarada condición de homosexual. Y además ha tenido que luchar con un factor aún más importante: la composición sociológica de la propia ciudad, muy favorable al voto de derechas.

En la alcaldía de París había ayer 550 periodistas extranjeros. La expectación respecto al resultado de París era pues enorme y más aún al descubrir que el nuevo alcalde iba a ser una persona discreta, que hacía campaña sin insultar a los rivales, preocupado sobre todo por resolver el problema de la carestía de la vivienda y la escasez de guarderías, dos fenómenos que alejan a las parejas jóvenes de París. Dentro de su programa prevé crear entre 3.000 y 5.000 nuevas viviendas sociales, duplicar el número de guarderías y fomentar también los servicios de guardería a domicilio.

Delanoë habló ayer de "audacia y razón", dos adjetivos que, según él, explican su elección en París.

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Es verdad que ha sido audaz. Supo desvelar su homosexualidad en el buen momento y luego nadie se ha vuelto a referir a ella. Fue audaz al confeccionar sus listas, al confiar en los Verdes, al tener como hombre de confianza a una mujer, Anne Hidalgo, hija de refugiados españoles. Y audaz también al no querer "disparar contra la ambulancia", al no recrearse en la caída de Tiberi y Philippe Séguin, el candidato derechista de Unión por la República (RPR).

Su "razón" ha consistido en "municipalizar" la campaña. Si Séguin quería grandes debates ideológicos, Delanoë quería discutir los temas que importan a los ciudadanos. Sintomático es en ese sentido que haya estudiado cómo resolver la recogida de las deyecciones caninas, que sea imbatible sobre esa cuestión, o que pueda tarifar cuánto vale un kilómetro de tranvía en una zona u o en otra.

El nuevo alcalde de París, ayer emocionado hasta las lágrimas y al mismo tiempo sereno y capaz de controlar su discurso, dice de sí mismo: "Soy demasiado viejo para ser emotivo".

Tiene 50 años, vivió hasta los 14 en Túnez y de ahí que hable bien el árabe y también que siga yendo a ese país a pasar las vacaciones o a refugiarse cuando desea estar solo. En su libro Pour l'Honneur de Paris (Por el honor de París) deja bien claro hasta qué punto quiere a su ciudad adoptiva y la atención que ha prestado a los problemas de gestión de la capital.

Le reprochan que puede ser un gran alcalde para una gran ciudad pero no un alcalde suficiente para un París que quiere seguir siendo una de las capitales del mundo. Y lo cierto es que Delanoë es amigo del alcalde de Roma, del de Londres, conoce a los de otras muchas ciudades, se interesa por la cultura de los otros, quiere una ciudad abierta, se siente a gusto viviendo en el XVIII barrio de París, entre árabes, pakistaníes, africanos y unos pocos señores Dupont.

Audacia y razón. Ayer miles de personas acudieron a la plaza del Ayuntamiento para celebrar el cambio. Delanoë ha prometido una auditoría, quiere saber exactamente lo que hereda, de qué compromisos económicos y políticos se hace responsable. La derecha teme lo que pueda salir de esa investigación porque lo lógico es que Jean Tiberi deje de ser el protagonista de los chanchullos y sea el presidente Jacques Chirac quien vea su nombre aparecer, una y otra vez, en documentos comprometedores.

Si Collomb llega a la alcaldía de Lyón habiendo soplado las brasas del odio entre los candidatos de la derecha de su ciudad, Delanoë no ha hecho lo mismo. Ha preferido mantenerse al margen, dejar que fuera la propia derecha la que se autodestruyese mientras él hablaba de guarderías, limpieza, tranvías y silencio. Es probable que Delanoë no tenga carisma, pero aún lo es más que sea un gran alcalde.

Bertrand Delanoë, alcalde de París, celebra su victoria en las municipales de 2001.
Bertrand Delanoë, alcalde de París, celebra su victoria en las municipales de 2001.AP

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