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Reportaje:

El 'Pink Team' quiere ir a Anfield Road

El Alavés, con su camiseta rosa, deja atónito al fútbol europeo y ya busca rival para las semifinales de la Copa de la UEFA

Pink Team: dícese del club con sede en Mendizorroza que, surgido de las profundidades de la Liga española, asombra con su camiseta de color rosa a todo aquél que se le cruza en el camino de la Copa de la UEFA y también a su propia gente. Es un equipo que juega un fútbol propio de entidades consolidadas en Europa y que, con su prêt-à-porter, compite de igual a igual con rivales de alta costura. Todos se lo preguntan: ¿qué hace un equipo de provincias con un pie en las semifinales? Disfrutar, nada más. Así de sencillo.

Para casi todos los jugadores del cuadro vasco, el mero hecho de participar en la Copa de la UEFA es un acontecimiento. Era su única oportunidad de jugar fuera de España, salvo para Eggen, internacional ocasional con Noruega; Contra, un nuevo descubrimiento rumano, o Jordi Cruyff, que en su día se vistió de naranja holandesa. Y también Javi Moreno, a punto de colgar las botas hace dos años y medio y ahora pichichi de la Liga y uno de los chicos Camacho. Hace un año, cuando la UEFA era sólo un sueño para él, se sometió a una encuesta-anuncio de Canal + y su lema fue: 'El día menos pensado jugaré en Anfield Road'. Y, sí, todavía puede hacerlo realidad. Podría jugar en las semifinales contra el Liverpool.

El Alavés es el equipo de la segunda oportunidad. Redime a los proscritos. Al propio Jordi, apagado en el Manchester United y en el Celta; a Geli, que de bicampeón con el Atlético pasó al Albacete; a Téllez, un chico difícil, de los suburbios con dos pitbull tatuados en los brazos y que no cuajó en el Valencia... Esa mezcla tan ecléctica necesita ligarse mediante tipos inteligentes, lo que se llama jugadores de equipo -Karmona, Desio, los suplentes- y un técnico hábil, Mané. El resultado: un probable semifinalista europeo con una trayectoria peculiar. Hasta el jueves, todas las eliminatorias las resolvió fuera de Vitoria. En lugares como el destartalado y remoto campo turco de Gaziantep, junto a la frontera siria (3-4). En los terrenos noruegos del Lillestrom (1-3) y del Rosenborg (1-3) y en San Siro, la pesadilla de tantos clubes (0-2). El Rayo se perfila como la la última victima del equipo de moda. Pero las modas son pasajeras y en Vitoria lo tienen bien interiorizado.

Tal vez por eso el público se ha mostrado tan euroescéptico. El Alavés tiene ahora una masa social menor que hace un año, cuando venía de salvarse del descenso en la última jornada. La razón es clara: el alavesismo es sufridor históricamente -hace once años el equipo jugaba en la Tercera División- y prefiere no enamorarse demasiado para que el golpe sea menor.

Ni siquiera les ha cambiado sus sentimientos la operación de imagen realizada por el club: cambiar los colores tradicionales, albiazules, por un rosa nunca visto en un equipo de fútbol y, además, con los nombres de todos los socios grabados en la camiseta. ¡Viva la psicodelia! ¿Será que es cierto eso del efecto cromático? ¿Que, al igual que los porteros visten con colores chillones, el Alavés usa el rosa para hipnotizar a sus rivales? Quién sabe si en los próximos años habrá una pasarela sobre los campos de fútbol. Eso sí, al Alavés nadie le quita la patente. Pase lo que pase, ya será el Pink Team.

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