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'Rusia siglo XX' lleva a Vitoria una amplia muestra de la pintura de la antigua Unión Soviética

La exposición sobre la etapa del realismo socialista estará en la Caja Vital hasta el 17 de abril

La revolución de 1917 trajo un giro de 180 grados a la vida del antiguo Imperio ruso convertido de repente en una unión de repúblicas soviéticas. El cambio auguraba una transformación total de las formas de vida que también se presentía en las artes, cuyos mejores exponentes en la literatura y la pintura, por ejemplo, eran algunos de los representantes por antonomasia de las vanguardias. Pero no fue así. La doctrina oficial del Partido Comunista imprimió un giro hacia el llamado realismo socialista, que obligó a retomar sendas clásicas mientras que en el resto de Europa y América dominaba el expresionismo abstracto, por ejemplo.

En cierto modo, estos artistas rusos cayeron en desgracia. Por eso sorprende la tarea de Dolores Tomás, una coleccionista que ha recorrido hasta la última provincia rusa en busca de la obra de estos artistas que apostaron por las naturalezas muertas, el paisaje, los retratos o las composiciones históricas. El resultado de esta aventura, que comenzó hace lustros, son 198 piezas, de las que se exhiben 98, cinco de ellas nunca expuestas hasta la fecha.

La exposición se ha dividido en cinco apartados, con el fin de intentar agrupar lo mejor posible a una nómina de 28 artistas. No hay en esta colección lienzos monumentales exaltando los grandes episodios de la Revolución o las conquistas del socialismo; es más un paseo intimista y con cierto romanticismo trasnochado por un mundo que ahora puede resultar ajeno, pero con obras de una calidad indudable. Ahí están, por ejemplo, las aportaciones de Danilichev o Litivinski. De este último, gran pintor de batallas, se presenta una significativa, titulada Los supervivientes (Leningrado), reflejo de las consecuencias de aquellos enfrentamientos que pintaba en otros momentos.

Muchas de estas obras muestran un paralelismo con la creación de algunos pintores españoles y otros creadores europeos, aunque cincuenta años más tarde. Hay apuntes de impresionismo, de tratamiento de la luz con aire mediterráneo, tentativas de remedar en muchas ocasiones a los clásicos del XIX.

Abundan también las escenas campestres. Sobre todo, en los retratos, que se alejan obviamente de su primitiva ambición burguesa, para representar a los trabajadores y ciudadanos de la nueva sociedad. Según el conservador del Museo del PradoMatías Díaz-Padrón, 'hay dignidad y confianza, profundidad psicológica, fuerza y espiritualidad contenida. Todos tienen como fin elevar la dignidad del hombre'.

Y en Rusia, siglo XX también se incluyen paisajes, en los que a veces se encuentran paralelismos con realistas norteamericanos de la posguerra, pero sin el componente pesimista de sus retratos urbanos. Todo lo contrario: la propaganda obliga y no queda más remedio que ensalzar la existencia en el campo y en la fábrica. Ahí también hay que incluir algunos apuntes de la vida cotidiana, como El autobús de Stroyev, excepción motorizada en una colección de obras que no apuntan nunca a una época determinada, la contemporánea.

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