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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crisis argentina

El presidente argentino está embarcado en su segundo cambio de Gobierno en 15 meses -cuyo alcance final todavía se desconoce-, en un intento desesperado por revivir una situación económica que no sale del estado crítico. Ricardo López Murphy, un liberal ortodoxo con fama de duro, llega al Ministerio de Economía en sustitución de José Luis Machinea sólo dos meses después de que Buenos Aires recibiera 40.000 millones de dólares de ayuda financiera, encabezada por el Fondo Monetario Internacional, para pagar su deuda externa. Las últimas cifras argentinas, sin embargo, siguen sin cuadrar; y el desplome reciente de Turquía, otro enfermo al cuidado del FMI, no ha hecho sino aumentar los temores de los inversores internacionales -España significadamente entre ellos- sobre la estabilidad económica del país latinoamericano.

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Argentina sufre un persistente estancamiento combinado con una elevada tasa de desempleo. Su riqueza se contrajo un 3% en 1999, año en el que España fue el mayor inversor extranjero en el país, y su crecimiento ha sido cero el año pasado. Los datos coyunturales de enero y febrero no muestran signos alentadores, pese al formidable empujón del FMI. El fracaso de las medidas del dimitido Machinea y su impopularidad han llevado a De la Rúa a pedir este fin de semana la renuncia entera de su Gabinete antes de nombrar a López Murphy, muy bien acogido ayer por los mercados internacionales en su nuevo papel al timón de la tercera economía latinoamericana.

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Argentina, sin embargo, no va a solucionar su frente económico sin estabilizar el político, conmocionado desde que en octubre dimitiera el vicepresidente Carlos Álvarez, líder del Frepaso, una de las formaciones de la coalición gubernamental. El ala más izquierdista de la coalición -una mezcla de la dominante Unión Cívica Radical, el partido de De la Rúa, y el centroizquierdista Frente País Solidario (Frepaso)- ya pidió ayer que el nuevo Gobierno en formación defina de una vez un modelo de desarrollo que mitigue la crónica vulnerabilidad del país y su agobiante dependencia de la coyuntura.

De la Rúa necesita al frente del área económica a un político capaz de prescribir ajustes duros, de los que tranquilizan a los acreedores; López Murphy ya ha anunciado que cumplirá a rajatabla los compromisos internacionales dentro del mantenimiento de la paridad cambiaria peso-dólar. Pero, para remontar la crisis y asegurar la gobernación argentina, el presidente deberá ser capaz de desbloquear a la vez el matrimonio político crecientemente incompatible que representa la Alianza gobernante. Una liga en la que son demasiado patentes las diferencias entre el propio jefe del Estado, el líder radicalista histórico Raúl Alfonsín, y el ex vicepresidente Carlos Álvarez.

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